REFLEXIÓN NAVIDEÑA


El Pesebre, esencia de la Navidad
Una imagen vale más que mil palabras y el pesebre definitivamente representa la esencia de la Navidad. Las figuritas del pesebre, puestas con cariño en el hogar, invitan a adentrarnos en el significado de esta entrañable fiesta. Ilustran el suceso central de la historia de la Humanidad, a partir del cual contamos los años de nuestro calendario.
Con todo el respeto que se merecen todas las creencias religiosas de este planeta multicultural, insisto en que lo que nosotros los cristianos celebramos en cada Nochebuena es el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, quien por amor quiso compartir nuestra condición humana, naciendo en un pobre establo, en un insignificante pueblo, en un país dominado por una potencia extranjera, confiando en medio de la persecución su frágil vida a una doncella adolescente, la Virgen María, y a José, un joven artesano, quienes desplazados debido a un censo, no encontraban posada en Belén y tuvieron que huir de un gobernante que ordenó una matanza de niños recién nacidos. Sí, un Dios que vino a darnos su infinito amor en medio de nuestras dificultades y penas, esto es lo que conmemoramos en la Navidad.
El pesebre tiene muchas lecciones que darnos: nos enseña la humildad y el desprendimiento de los bienes materiales, nos enseña el valor de una vida humana y de una familia unida, compuesta de hombre y de mujer. Me impresiona el hecho de que, al venir a nuestro mundo, Dios quisiera prescindir de honores, de poder, de riquezas y comodidades, pero no de renunciar a nacer en el seno de una familia. Impresiona que hasta Dios quisiera necesitar de un papá y de una mamá para desarrollarse normalmente como cualquier niño feliz.
Por: Eva María de Trujillo.