DOCTRINA Y VIDA

Navidad, fiesta de todos
Por Concepción Campá

Hay un himno de las primeras Vísperas de Navidad que dice:
“Ya no habrá más guerra
entre el cielo y el suelo:
Dios está en la tierra,
ya la tierra en el cielo.
El cielo ya no está solo,
la tierra ya no está a oscuras.
Hermanos, cantad conmigo:
¡Gloria a Dios en las alturas!
Más no nace solamente en Belén:
nace donde hay un ardiente corazón;
nace en mí,
nace en cualquiera,
si hay amor: nace donde hay verdadera comprensión,
“¡GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS!”  
(Lucas 2, 14).
 
Se acerca la Navidad, que es tiempo de paz y alegría, esperanza y luz, amor y entrega; humildad y grandeza; silencio y canciones; de oración junto al Pesebre, de caricias a un niño pobre, de paciencia con el que te molesta.

Acompañamos a Jesús en la cuna, a María que lo arrulla, a José que nos permite acercarnos para contemplarlo y susurrarle  cuánto le queremos y cuánto deseamos que nazca de nuevo en nuestros corazones…

MODA

"Lo envolvió en pañales"
por  Eva Maria de Trujillo

Como esta columna trata lo relacionado con el vestir, sugiero que centremos la atención en un detalle que el evangelista Lucas refiere con sencillez al narrar los sucesos de aquella primera Nochebuena en Belén:  “…lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre….”
Pienso que esos pañales simbolizan el estado de total indefensión del ser humano recién nacido, cuya existencia, desde su concepción, está ligada a su madre y cuya supervivencia depende de la alimentación y los cuidados de ésta, siendo que en muchos casos - como en el de María - ella misma no pasa de ser una adolescente inexperta asombrada ante el milagro de la vida.
A ella le confía Dios su frágil vida al llegar al mundo. La había escogido y preparado para su misión, y María coopera libremente con un decidido “Sí” que permite que en la historia de la humanidad se dé un vuelco.
Guardadas las proporciones, esto vale para nosotras, pues del “Sí” de una mujer ante las decisiones grandes y pequeñas dependen familias y generaciones futuras. De su “Sí” depende el bienestar físico, afectivo y espiritual, en fin, la felicidad  de muchísimas personas.
Dios le confía de un modo especial al ser humano, y en eso consiste la dignidad de la mujer, explicaba el Papa Juan Pablo II.
Dios le confía a ese pequeño en pañales, pero también al anciano, al débil, al enfermo, al diferente, al necesitado. Le confía a la familia y algo tan decisivo como formar la conciencia de los pequeños y moldear los sentimientos de los no tan pequeños.
Todos necesitan su ternura, que no es virtud de débiles, sino una virtud  “revolucionaria” de  “fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes”, como comenta el Papa Francisco en estos días.
Comenzaremos el nuevo año celebrando a María, Madre de Dios, la mujer cuyo “Sí” hizo posible lo inimaginable.

ETIQUETA

Navidad en el aire 
por  Lily Mosquera de Jensen

Hace pocas semanas, un joven novio le decía a su mejor amigo, el día de su matrimonio: “Mira cómo mi Mamá está afanada y corre por todo lado y todo el mundo funciona y hace mil cosas, y ¿sabes qué? A nadie le importo yo.”
Por otro lado, una  amiga muy querida, se caracteriza porque adora la época de Navidad. Desde Noviembre empieza a preocuparse por las decoraciones de su casa. Compra nuevos arreglos, cambia las decoraciones de su árbol, llena la casa de poinsettias rojas y pinos frescos, coloca carpetas, cojines, sobrecamas y toallas de Navidad y desde la puerta de entrada hasta el último rincón de la cocina está lleno de motivos navideños. Se ilumina la casa con bombas, guirnaldas y luces de colores y todo el ambiente huele a Navidad.
Por el contrario, otro de mis amigos odia la Navidad. Reniega del bullicio, de las fiestas, de las calles llenas de gente, de la “gastadera de plata”, de los regalos que no se necesitan y de ese afán pegajoso que padece todo el mundo.


Estas historias nos pueden servir de reflexión. ¡Qué equivocada está la gente cuando debería centrarse en lo importante!. Se dispersa en lo exterior, en lo adicional, sin tener en cuenta el fondo o el centro de los hechos. Toda la atención, el entusiasmo, el esfuerzo se dirige solamente a lo circunstancial y se difuma lo esencial.
Igual que con el novio de mi cuento, pasa con la Navidad. Tanto los que se fascinan celebrándola con adornos, como los que la detestan porque la encuentran insoportable, parece que ninguno se detuviera un momento a pensar en su significado, en su verdadero sentido, que se hubieran olvidado que el Niño del pesebre es el mismo Dios que vino al mundo para enseñarnos a amar.
¡Qué bueno recordar que podemos llegar a ese pesebre y llevarle al Niño Dios nuestras preocupaciones y también nuestras alegrías, pero más que todo, nuestra necesidad urgente de que haya paz en Colombia!
Que ese Niñito Jesús no diga: “Todos se afanan y corren por celebrar la Navidad y a nadie le importo yo.”
Ojalá esta Navidad no esté solamente en el aire sino también en nuestros corazones.

FAMILIA

Actividades en familia en esta Navidad
por  Elizabeth Aguilar
 
Conviene planear nuestra Navidad a tiempo con los familiares, tanto para repasar las costumbres que se venían viviendo, como para revivir las que se olvidaron, o adaptarlas a maneras nuevas de celebrar. 
En ningún caso puede faltar el pesebre, símbolo esencial de la fiesta. Lo ideal es que toda la familia colabore para montarlo. Es una oportunidad estupenda para hablar de los personajes de esa entrañable escena del nacimiento de Jesús. Todos también pueden ayudar a decorar la casa y el árbol. Papá carga al más pequeño para que coloque la estrella en la punta. Las cuatro velas de la corona de Adviento se pueden encender en familia, una a una, en cada de los cuatro domingos antes de la Nochebuena. Al hacerlo, papá, mamá y los hijos pueden turnarse para leer una reflexión o una oración y luego, todos disfrutarán un rico postre.
 
Las tradiciones navideñas, heredadas de los abuelos, se disfrutan más si a los niños se les explica su origen y se les cuenta cómo se vivían antes con ilusión, esfuerzo personal e iniciativa. Hay muchas anécdotas familiares que narrar en torno a las novenas, los manjares y los dulces y las Nochebuenas de antaño. El tesoro de esas tradiciones fomenta la unión familiar, la generosidad y la solidaridad con los demás, y da sentido de pertenencia.
Mamás y papás, ¡cuídense del activismo! ¡no dejen que las ocupaciones los absorban! El tiempo que le dedican a sus hijos vale mucho más que cualquier regalo costoso.
Tomémonos tiempo para “saborear” la Navidad. No nos dejemos llevar del consumismo; gocemos lo poco o lo mucho que hay con sobriedad y alegría. No le demos tanta importancia a las cosas materiales y compartamos lo que tenemos con los que tienen menos.
Recomiendo hacer un cronograma de actividades en un calendario grande colocado en un lugar  visible para todos.
Para los primeros días de diciembre, puede decir por ejemplo:
• Armar el pesebre y leer la historia de la navidad en Lucas 2, 1-18.
• Llevar un mercadito a una familia necesitada. Los niños pueden donar de sus juguetes en buen estado o comprar algo con sus ahorros.
• Buscar cuentos navideños para leer juntos después de la comida.
• Ensayar el canto de unos villancicos; si hay guitarra, mejor.
• Escribir las cartas al Niño Dios.
• Hornear y decorar galletas navideñas en forma de estrella, de arbolito...
• Prender las velas a la Virgen María frente a la casa...
• Celebrar el día de la Inmaculada Concepción y salir a ver el alumbrado
• Salir de compras juntos para buscar el regalo para el abuelo y la abuela.
• Rezar la Novena del Niño Dios con familiares, vecinos, amigos y amiguitos
• Jugar a los aguinaldos; jugar estatua; jugar a preguntar y no contestar, etc.

SALUD Y BIOETICA

Navidad con esperanza
Por  Sonia A. Muñoz F. MD

Diciembre representa el mes de la alegría y de la esperanza hecha realidad, porque celebramos el nacimiento del Niño Dios en nuestros corazones.
La esperanza puede ser un sentimiento muy bello, pero pasajero, como todos los sentimientos. En cambio, en su verdadera dimensión, la esperanza es una virtud posible pero que cuesta y nos rescata del ambiente consumista y relativista.

Se trata de un esperar decisivo, muy activo, frente a los cambios personales, en busca de una vida más plena. En el tiempo de la Navidad nos aparta del stress y del  “cuánto tienes, cuánto vales” o  “cuánto me das, cuánto te aprecio”; porque nos centra en las mejoras personales, y los regalos que damos parten de nuestras acciones concretas.
El objeto de la esperanza, por tanto, no pueden ser las cosas, sino las personas y la vida misma. Se centra siempre en la realidad; no en los deseos, ni en circunstancias ideales que sabemos, no se presentarán. La esperanza es una forma de ser, una disposición permanente para actuar y una razón para hacer cambios positivos que nos lleven a un bien vivir.
La esperanza nos lleva a asumir las crisis, sean cuales sean, con una mirada realista. Nos enseña a ver la oportunidad que nos presenta la vida para aprender y para mejorar, a partir de la situación difícil o dolorosa. A dejar de quejarnos y asumir con entereza la vida. A centrarnos en el para qué me sirve…qué debo aprender… y no sumirnos en el qué y el porqué, para los cuales posiblemente nunca encontremos la respuesta adecuada.


La Navidad con esperanza, implica darnos un espacio para reflexionar y mirar llenos de alegría, optimismo, fe y amor: 
- El tiempo pasado, dando gracias por los seres que ya se fueron y que nos enseñaron tanto, el trabajo que perdimos o ganamos, las circunstancias que nos rodearon… Si todo fue positivo, qué dicha y si fue negativo, ya pasó. 
- El tiempo presente, dando regalos que impliquen tiempo, cambios efectivos, sonrisas, tolerancia, paciencia. Agradeciendo nuestra vida y la de todos los seres con los que la compartimos.
- El tiempo futuro, asumiéndolo con una ilusión realista y fundamentada en nuestros planes y esfuerzos efectivos.
Por algo nos cuenta la mitología griega que cuando Pandora abrió la cajita que le dio Zeus, salieron todos los males y las enfermedades, pero no pudo volver a cerrar la cajita porque en un rinconcito estaba ella,  la esperanza, que es lo último que se pierde.

VARIEDADES

¿Dónde pongo la ovejita negra? 
Por Martha Olga Botero

Armar el pesebre es una actividad perfecta para la familia.  Si papá se presta, pondrá las cajas para la estructura o, como diría algún geólogo, la ultima capa tectónica de ese lugar hermoso llamado Belén.
Mamá colocará villancicos y pondrá el papel encerado que puede sujetar con alfileres, cosedora o silicona y distribuirá adecuadamente las lucecitas que pronto parecerán estrellas.
Y ahora viene lo mejor: poner el musgo y las melenas, las figuritas de los santos, las casitas, los árboles y las palmeras, el camino, el rio, el lago y diversos animalitos.

En secreto, amiguitos míos, les cuento que hay una figurita que es muy especial, la ovejita negra...
¡Cuántos niños y niñas díscolos y rebeldes están representados por esta ovejita negra!... los que sacaron malas calificaciones, el que mordió al hermanito, la que dijo una mentira, el que desobedeció…
¿Será que el Niño Dios no los quiere? ¡No, no, no! Sí los quiere, igual que a los juiciosos, pero tienen que mejorar en lo que están fallando. Por eso, la ovejita negra se pone en la cueva bien cerquita del Niño Jesús, así El la tiene más presente y le envía el regalo del buen juicio.
Al Niño lo calentarán la burra y el buey, lo cuidarán mamá María y papá José, lo visitarán los pastores con sus ovejas y los tres Reyes Magos y, por supuesto, infinidad de angelitos que revolotean cantándole arrurruz a su niñito Jesús.