DOCTRINA Y VIDA

Dejarnos corregir por Dios
por Concepción Campá

Estamos en Cuaresma, tiempo especial en el que podemos crecer en la fe, aumentar la esperanza y vivir, con toda la energía que podamos, la caridad. Así nos preparamos mejor a la gran fiesta de Pascua, centro de nuestra vida cristiana. En este tiempo nos acogemos al Corazón de Cristo que es siempre misericordioso y ha dispuesto los medios para que, en cualquier tiempo y lugar, podamos hacer presentes y aplicar los méritos de su Pasión redentora.
En estos días miro el Crucifijo y adquiere para mí una fuerza y luz nuevas: “Señor estás en la Cruz por mí, por mis pecados, por los de la humanidad entera. Quiero estar contigo al pie de la Cruz, consolar a María, mi Madre, pedirle que me enseñe a rectificar mis errores”.
Quiero recordar un Sacramento importante, siempre, pero más aún en este Año de la Misericordia que estamos viviendo: es la Confesión.
“La Confesión sacramental no es un diálogo humano, sino un coloquio divino, es un tribunal de segura y divina justicia y, sobre todo, de misericordia. (cfr. Es Cristo que pasa, n. 78, de Josemaría Escrivá de Balaguer).
La Confesión es el gran regalo del amor de Dios para nosotros, Dios quiere dártelo, no lo rechaces, ni lo dejes para después.
El Papa Francisco, en su catequesis del pasado 2 de marzo, sugirió que nos dejemos corregir por Dios.

"Dios se comporta con nosotros como un padre de familia, que ama a sus hijos, los socorre, los cuida y los perdona. Y que también los educa y corrige cuando se equivocan.(...) Dios habla amorosamente a la conciencia de sus hijos, para que se arrepientan y se dejen amar de nuevo por El..."
¡Qué bella enseñanza para ponerla en práctica!  

ETIQUETA

La espontaneidad excesiva
por  Lily Mosquera de Jensen

Me llamó la atención un artículo en El País, de Madrid, sobre la espontaneidad exagerada, y de allí extracto algunos puntos interesantes.
El artículo cita a Jacinto Benavente, quien afirma que a menudo desearíamos soltar amarras y vivir espontáneamente, sin filtros, sin miedos, sin vergüenzas, sin tener en cuenta nada ni a nadie. Esto se puede hacer a veces, pero no a todas horas. También decía otro ilustre personaje, Carl Jung, que el hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca. Allí podemos entrever cómo la espontaneidad, a menudo, es la presencia de nuestra niñez en sus múltiples manifestaciones tanto proactivas como reactivas. Y nadie supera en deseo a los niños.
Todos pretendemos lograr la mayor libertad interior posible y creemos lograrla, pero en realidad está condicionada por nuestros propios deseos. La libertad implica responsabilidad y a la vez, el compromiso de hacernos auténticos, que no es lo mismo que naturales.
Ser auténtico es ser confiable, ser uno mismo, no precisar de la mentira, ni de la manipulación a los demás. Es hacerse cargo, responsablemente, de las consecuencias de las franquezas propias. Pero no llegar al extremo de creer que entre menos nos limitemos, seremos más sinceros y auténticos. Llevado al otro extremo, lo protocolario aparentaría ser rígido y ficticio.

Como la virtud está en el medio, respecto a la confianza y la seguridad personal, lo propio es darse a conocer tal como se es, decir abiertamente lo que se piensa, lo que se siente, mostrarse auténtico, guardando siempre el respeto.  Al mismo tiempo, resulta indispensable tener en cuenta a los demás, demostrar confianza y estar dispuestos a escuchar.
Los procesos de educación, aprendizaje y madurez, por naturaleza incluyen la capacidad de dominar la impulsividad, es decir procurar comportamientos proactivos, ser capaces de negociar y expresar el desacuerdo e incluso el enfado de forma asertiva, sin reactividad.
Es clave enseñar a los niños que mostrarse indignado no tiene por qué significar mostrarse agresivo. No hay que confundir firmeza con atropello.

 
Como conclusión encuentro que no se debe fomentar la cultura que aplaude sólo a las personas arrojadas o pasionales, mientras se menosprecia a las cívicas, templadas o controladas, a quienes a menudo se les tilda de estiradas o que no tienen sangre en las venas. Hay términos medios. Termina el artículo afirmando: “La verdadera libertad consiste en el dominio absoluto de sí mismo”.

FAMILIA

Formar inteligencia y voluntad
por Marta Cecilia Vergara A.

La familia es el primer soporte para el desarrollo de cada persona, como ese ser individual y único que es. Guiado por sus padres y apoyado en su amor, toda persona comienza a desarrollar los talentos y valores contenidos en su propio ser. El cristiano, además, tiene ante sí el modelo de todas las virtudes, que es Jesucristo, y sabe que cuenta con su ayuda si se esfuerza con recta intención.

Para nosotros los papás, vale la pena recordar que debemos ayudar a los hijos a reconocer con la inteligencia lo que es bueno y verdadero, y a luchar con voluntad recia por practicarlo y vivirlo.

En este copio un bello párrafo del libro “Trabajar bien, Vivir mejor”, de Regino Navarro Ribera, que dice:
“La formación en valores tiene dos aspectos:
La formación de la inteligencia: estar en capacidad de reconocer la bondad, la verdad y la belleza de todo lo creado. Para ello es necesario aprender a aprender y aprender a pensar.

La formación de la voluntad, para poner en práctica lo que se descubre como bueno para el ser humano. Forjar una voluntad fuerte que esté en capacidad de responder a lo que la inteligencia presenta como correcto. Voluntad para vivir y practicar lo aprendido, con constancia y entusiasmo.
De esta forma se llega a la integridad personal, que es la coherencia entre el deber ser, el pensar, sentir, hablar y actuar. "

SALUD Y BIOÉTICA

La esperanza
por Sonia  A. Muñoz F. MD

La esperanza es una virtud fundamental para realizar cambios decisivos en la vida. Y como dice Erich Fromm, psicólogo humanista, no se trata de anhelos o deseos por conseguir algo que es más bien consumismo, tampoco es una espera pasiva que equivale a estar resignado porque no soy nada ni puedo nada, ni es un violentar la realidad desafiando hasta a la muerte a la espera de cosas que no se presentarán como las adicciones o los amores imposibles; es decir, no esperamos lo que ya existe o lo que sabemos que no puede ser.
“Tener esperanza, significa estar presto en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre a lo largo de nuestra vida”.

Podemos decir que la esperanza es un estado, una forma de ser, una disposición interna que nos mantiene listos para actuar. Nos permite confrontarnos con nosotros mismos y la realidad que vivimos, para tomar decisiones asertivas, que nos proporcionen paz y crecimiento personal.
La esperanza está relacionada con los sentimientos del ser humano, al igual que con su inteligencia y le permiten actuar libre y voluntariamente, conforme a la realidad.
La esperanza es intrínseca al espíritu del hombre, nos permite “una apertura optimista y expectante frente al futuro próximo, y nos aumenta las energías para vivir”.


No estaría completo el tema de la esperanza, si lo separamos de la fe y del amor, las llamadas virtudes teologales.
Y frente a nuestra vida cabe preguntarnos con esperanza:
¿Qué podemos hacer para que el presente mejore y el futuro no sea incierto?
¿La tecnología tiene que ser necesariamente nociva?
¿Podemos enseñarle a los más jóvenes que la vida vale la pena ser vivida?
Cada vida que nace es una promesa y vale la pena darnos a los demás para ganarnos el cielo.

MUJER

Mujer, ¡sé lo que eres!
por Eva María de Trujillo


En el Día de la Mujer vale aplicarnos el consejo que san Juan Pablo II dio a la familia: "¡Sé lo que eres!”, en el sentido de que las mujeres seamos muy mujeres.
La felicidad está en aceptar quién se es y vivir según la propia naturaleza, nunca en contra de ella.
La mujer tiene igual dignidad que el hombre, el mismo valor como persona, pero tiene cualidades innatas que la hacen ser diferente al hombre. Para él, ella nunca dejará de ser un misterio.

Más que de características corporales, se trata de su modo de estar en este mundo. Desde pequeña, con su gracia deja a su paso rostros más felices. Suele ser afectuosa, bondadosa, alegre; le gusta estar acompañada y sentirse protegida, bonita, admirada, amada...
Fija su atención en los detalles, percibe lo pequeño; capta situaciones con gran intuición; tiene gran sensibilidad por las necesidades afectivas de los demás; razona con cerebro y corazón; mira a las personas una a una, ve lo concreto; es movida por la compasión ante un ser indefenso; posee el instinto maternal aunque no sea madre biológicamente; proyecta su sentido maternal a toda comunidad.

La distingue una capacidad de sacrificio por amor, sin que ella lo perciba como sufrimiento.
En lo físico, suave, tierna, hermosa, hecha para dar y proteger la vida. En lo moral, fuerte, íntegra, de principios firmes, con un gran sentido de justicia. 
En su trabajo, inagotable, de visión realista, práctica, capaz de atender muchos frentes a la vez. En el arte, alcanza lo más sublime. En la cultura, ha sido por milenios guardiana de los valores.
En la familia suele encontrar su más plena vocación; siente que a ella le es confiado el bienestar de los demás, sobre todo el ser más pequeño y necesitado. Acogedora y protectora, procura dar a cada uno lo suyo. Con su asombrosa capacidad de amar es fuerza espiritual para los demás.
Su peculiar modo de estar en el mundo es la ternura. Su autoridad está anclada en el invaluable servicio incondicional que presta sin alardes en la familia y la sociedad.

Nunca han faltado las voces malignas que sugieren a la mujer que se rebele contra su naturaleza, que se “libere” de la “trampa” de la maternidad. ¡Gran error!, pues pierde su esencial riqueza. 
Lo eficaz para promover a la mujer es su auto-aceptación en su diferencia, en su singularidad como mujer.