ETIQUETA


El arte de estar contenta
Por  Lily Mosquera de Jensen

Algunas personas parecen tener ángel. Se les nota en su rostro, en su mirada, en su manera de hablar, en sus actitudes, en su interés por los demás. Siempre es agradable estar con ellos porque se percibe una fuerza que emana alegría y entusiasmo. Con frecuencia tienen también sentido de humor. Parece que aprovechan la vida para vivirla a plenitud, sin desperdiciarla. Le encuentran el lado bueno a las dificultades y no tienen la costumbre de renegar. No demuestran displicencia, ni aburrimiento y le sacan gusto a todo lo que hacen. Me pregunto si ellos habrán descubierto, en el universo, una fuerza dentro del ser humano para iluminar la vida, parecida a la que descubrió Edison en la fuerza de la energía para inventar el bombillo e iluminar los espacios. Ellos descubrieron el arte de estar contentos y, afortunadamente, como todo hábito, se puede adquirir. A eso debemos trabajarle, no importa la edad.

El concepto de felicidad es mucho más profundo y complejo. Los filósofos, religiosos, sicólogos despliegan sus teorías sobre cómo alcanzarla y coinciden en que es necesaria una verdadera paz interior y un acercamiento a Dios. El arte de estar contento es un concepto más sencillo, más elemental aunque sutil y a  veces  difícil. Es una actitud positiva ante lo que tenemos enfrente. 

 
Hay niños egoístas que solo quieren lo mejor para ellos y siempre piden complacer sus caprichos. En cambio otros, demuestran una buena disposición y manifiestan alegría en sus caritas. Ni los viejos gruñones, ni los jóvenes malhumorados, ni los niños egoístas están contentos y los demás alrededor sufren las consecuencias.
 
El arte de estar contenta nos trae una buena ganancia, tanto para nosotras mismas como para las personas que nos rodean. Afortunadamente, como todo hábito, con la práctica se puede adquirir y a eso debemos aspirar, no importa la edad.

SALUD Y BIOETICA


El proceso del duelo
Por  Sonia A. Muñoz F. MD

 Se conoce como duelo, el sufrimiento o emociones de tristeza y desesperanza, causados por un estado de enfermedad o discapacidad  o por la pérdida de un ser querido, una mascota, un cargo, etc., que involucra reacciones de tipo biológico, psicológico, espiritual, familiar y  social, en la persona afectada. Entre más importante sea el vínculo de apego afectivo, será mayor la reacción emocional.
El duelo es un proceso activo, que dura entre 6 meses a un año, donde cada persona sufre una transformación por medio de un proceso de auto-reconocimiento y re-aprendizaje de sí mismo y del mundo.
Podemos vivir mejor este proceso, si:
  • Hablamos del tema.
  • Expresamos nuestros sentimientos. Todos son válidos, aún los de desesperanza o de enojo, acompañados de llanto o mutismo.
  • Evitamos el aislamiento y la soledad, permitiendo acercarse a los demás seres que nos quieren.
  • Vivimos la espiritualidad a plenitud, con fe, esperanza y caridad, aun expresándole al Creador nuestros sentimientos de tristeza, inconformismo, vacío, rabia, dudas, etc.
  • Ayudamos a los familiares y personas que nos rodean, pues ellos no saben qué hay en el  pensamiento ni en el corazón doliente, y les expresamos lo que esperamos de ellos; qué nos sirve y qué nos puede molestar. Por eso es importante que los seres queridos no eviten el contacto con el ser doliente, aunque no sepan qué decirle, exprésenle su afecto.
  • Entendemos que la familia es nuestro apoyo incondicional, al igual que las amistades entrañables.
  • Buscamos dirección espiritual y ayuda sacramental, para reencontrarnos con la paz perdida.
  • Entendemos que es normal y humano dentro del proceso, sentir que el dolor es intenso y que se hace insoportable; pero también es válido entender que va a pasar con el tiempo, con el apoyo familiar, el acompañamiento espiritual y si es necesario con acompañamiento profesional.
  • En definitiva, le encontramos un sentido al dolor y al sufrimiento, cambiando el porqué… por el para qué… Y un día sin esperarlo, tendremos paz interior y una nueva visión esperanzada de la vida.


DOCTRINA Y VIDA


Fiesta de los Ángeles Custodios
Por Concepción Campá
 
“Ángeles del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos”. Los ángeles aparecen frecuentemente en la Sagrada Escritura, como acabamos de leer.
 
La fe en la misión protectora de los ángeles, vinculados a personas particulares, es lo que hizo exclamar a Israel, en el momento de bendecir a sus nietos, los hijos de José: “Que el Ángel que me ha librado de todo mal, bendiga a estos niños”.
 
También ahora ha crecido la devoción a los ángeles. Cada persona tiene un Ángel Custodio que lo cuida, protege y acompaña desde la concepción hasta la muerte. Ojalá seamos todos cada día más amigos de nuestro Ángel Custodio y así tendremos paz y la seguridad de no estar nunca solos.
 
Además, en la fiesta de los Ángeles Custodios se conmemora el aniversario de la fundación del Opus Dei ocurrida el 2 de octubre de 1928. Su fundador, san Josemaría Escrivá, recibió ese día de Dios la iluminación de fundar el Opus Dei. Transcribo las palabras que le oí personalmente a su Fundador:

“Ciertamente nuestra Obra –la Obra de Dios- venía a hacer que renaciera una nueva y vieja espiritualidad de almas contemplativas en medio de todos los quehaceres temporales, santificando todas las tareas ordinarias de los hombres: amando el mundo, que huía del Creador, poniendo a Jesucristo en la cumbre de todas las realidades terrenas, en las que los hombres están comprometidos."

Dentro de la Iglesia, el Opus Dei trabaja con misión universal en muchos países;  sacerdotes y laicos, sembrando a voleo la semilla divina y sirviendo a la Iglesia con total generosidad.   

FAMILIA


Educar en generosidad
Por  Elizabeth Aguilar

Les parecerá conocida la siguiente situación: “Hijito, por favor comparte, no seas egoísta”, “regálale un chocolate a Pedrito” y, finalmente, el niño lo hace, pero con lagrimas en los ojos.

Los valores no se imponen a la fuerza, por eso hay que vivirlos primero, practicándolos con frecuencia delante de los hijos de modo que ellos descubran gradualmente todo su atractivo, hasta que brote de cada uno la convicción de que “ser generosos” vale la pena.

La generosidad la aprenden de sus padres, cuando ven que son detallistas, que no están apegados a lo material, que comparten sus pertenencias y su tiempo sin ningún egoísmo entre ellos, con el resto de la familia y con personas necesitadas. No se necesita tener mucho dinero para dar o ayudar a otros.

Hay que explicarles con ejemplos gráficos y vivenciales, que la generosidad y el servicio a los demás son deberes que -cuando los cumplimos- nos hacen sentir muy bien, con la alegría y la satisfacción de hacer algo bueno para los demás.
Es bueno mostrarles, con ejemplos, la tristeza que produce el egoísmo.
 
Y enseñarles a practicar la generosidad cuando alguien necesite una ayuda que ellos pueden brindar, según sus posibilidades, con todo gusto y amor desinteresado. Porque cuando dan un regalo o una ayuda económica no deben intentar recibir nada a cambio, ni estar pendientes de lo que hará la persona con el regalo; simplemente que lo den y luego se olviden de él.

No se preocupe si a sus hijos les cuesta dar, prestar o compartir. Lo importante es que, a pesar de ello, lo hagan porque están convencidos de que es lo mejor para los demás y para ellos.

MODA



Que las niñas inspiren ternura

Por  Eva Maria de Trujillo

¡Cuánto  han sabido esmerarse las mujeres, desde siempre, para vestir a las niñas pequeñas!  
Con crinolinas, vuelos, fruncidos, pellizcos, bordados en cruz y de nido de abeja, lazos y moños saben convertir una simple tela de algodón en una obra de arte; sí, en una envoltura elaboradísima para idealizar a una criatura dulce, frágil y muy vulnerable.

“Las niñas deben inspirar ternura”, afirmaba una amiga mía que diseñaba vestidos  soñados para las chiquitas, y agregaba:
“...y me duele cuando las visten para inspirar algo diferente”. 
Se me han grabado sus palabras; merecen pensarse.
Me recuerdan que, por un lado, el vestido inspira a quien lo lleva  a portarse de determinada manera - las niñas vestidas de princesa quieren parecerlo de verdad -. Por otro lado, el vestido inspira también a quien lo observa a una determinada actitud. Por ende, el vestido protege: protege no sólo del frío o del sol, sino también de miradas con deseos u apropiaciones indebidos.
Las niñas van creciendo y lamentablemente dejan de usar moños y crinolinas, pero ojalá siguieran  inspirando siempre el deseo de ser protegidas y tratadas con ternura. Porque cada una de ellas es una persona de valor inmensurable, una joya; y sería absurdo que la madre –en su ignorancia o ingenuidad-  le comprara ropa que puede convertirla en objeto, como mercancía ofrecida en vitrina.
Sabemos que la vestimenta de la mujer adulta también inspira... El atuendo que lleve en su trabajo, en la oficina o en la calle debe inspirar agrado y respeto. El vestido que lleva en reuniones sociales, que inspire alegría o solemnidad según la importancia del evento, y que inspire admiración: "¡una señora elegante!". 
Pero aquellas prendas capaces de insinuar e inspirar una entrega, las sabrá reservar exclusivamente para su propio marido, en la intimidad.

VARIEDADES


¿Qué celebramos: a los santos
o a los no tan santos? 
Por Martha Olga Botero

Se acerca el Halloween que, gracias a Dios, aquí en Colombia tiende a desaparecer, o al menos a suavizar su tétrico significado.
Al día siguiente, 1° de noviembre, tenemos la Fiesta de Todos los Santos.

Me preguntas, ¿quiénes son esos santos a quienes celebramos ese día?  
Son todas personas que, por haberse portado muy bien en la tierra, llegaron al Cielo.
Ahora me preguntas, ¿a quiénes festejamos el día del Halloween?
Al diablo, a las brujas malvadas, narizonas y llenas de verrugas, que entre carcajadas viajan veloces en su escoba de paja; a los gatos erizados de ojos rojos, a las horribles tarántulas, a las telarañas y a los muertos. Lo triste es que de esos pobres muertos nos divierte lo más feo que tienen: el esqueleto, mientras que a los santos los admiramos por la belleza de su alma, por las buenas obras que hicieron en su vida y por el amor con que trataron a los demás.
Si deseamos que nuestros niños se identifiquen, no con la maldad, sino con la amabilidad y la bondad, entonces, ¿por qué no mejor disfrazarlos de personajes buenos y nobles?
En nuestra Costa Caribe, en vez del Halloween, viven una simpática costumbre de antaño  con un toque celestial hermoso, porque los niños se disfrazan de angelitos -como lo que tendrían que ser- y van de casa en casa diciendo “Ángeles somos, del cielo venimos...” y piden los ingredientes necesarios para juntos cocinar un sancocho.
¡Qué bueno fuera compartir esta costumbre auténtica!