Por: Elizabeth Aguilar
Los hijos afortunados, son todos esos hombres y mujeres que cuando dejan su “nido” para prepararse profesionalmente o constituir su propia familia, cuentan con las herramientas y la madurez suficiente para salir adelante sin la ayuda de sus padres.
Estos hijos no cuentan con unos padres buenos, ellos tienen unos padres BRILLANTES, que contribuyeron a desarrollar en ellos la autoestima, la protección de la emocionalidad, la capacidad de trabajar pérdidas y frustraciones, de filtrar estímulos estresantes, de dialogar y de escuchar.
El médico Psiquiatra, Augusto Cury, en su libro Padres Brillantes, Maestros Fascinantes, dice que: “los buenos padres atienden, dentro de sus posibilidades, los deseos de sus hijos. Celebran fiestas de cumpleaños, compran zapatillas, ropa, aparatos electrónicos, les ofrecen viajes. Los padres brillantes les dan algo que todo el dinero del mundo no puede comprar: su ser, su historia, sus experiencias, sus lágrimas, su tiempo.”
Afortunados los hijos que reciben regalos según las posibilidades de los padres, pero que no les enseñan a ser consumistas ni superficiales. Que les enseñan a pescar en lugar de darles el pez. Que les ponen tareas y encargos desde pequeños en casa. Que les enseñan el valor del dinero, como conseguirlo honradamente y darle un buen uso. Que cuando llegan a sus hogares, se olvidan del celular, del computador y de las redes sociales, dejan de enviar mensajes a otros para compartir su propia historia con los hijos. Sacrifican su ida al gimnasio o salir con sus amigos, para hablarles de sus dificultades, de sus aventuras, de sus sueños, de los momentos más felices de su vida. Estos hijos si podrán volar solos y siempre recordaran a su padres.
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