Encuéntranos y síguenos

Encuéntranos en nuestra página web:  www.cfmujer.org 

Síguenos en nuestro nuevo blog:  http://cfmujer.org/blog

Síguenos en facebook:
https://www.facebook.com/Corporaci%C3%B3n-para-la-Formaci%C3%B3n-de-la-Mujer-116887215080896/?ref=bookmarks

DE TODO UN POCO

UN APORTE DE LA MUJER A LA SOCIEDAD 
por María Beatriz Toro de Luna

Nosotras, mujeres de la sociedad actual, tenemos un desafío: evitar que esta cultura de la superficialidad, del hedonismo, del consumismo, del ‘todo vale’, esterilice y ahogue los anhelos de tantos niños y jóvenes que tienen ideales nobles. 
¿Cómo? Hablando del bien que hemos encontrado. Como dice el Papa Francisco "el bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión " (Ex. apostólica Evangelii Gaudium, n 9). 
Nosotras, pues, estamos aquí en este siglo y en esta sociedad para difundir la verdad que ya hemos podido reconocer y el bien que hemos podido experimentar. Las mujeres somos comunicadoras de bien. De que nosotras lo enseñemos a otras personas, dependen muchas cosas grandes. El testimonio personal, de tú a tú, es algo eficaz y valioso, sin distingo de edad o condición; cada una de acuerdo a su situación personal. 
Nuestra tarea se inicia en la juventud y termina con la muerte. No importan los años, las enfermedades, o las adversidades de la vida. Aunque estemos enfermas, incapacitadas o ancianas, es una ocasión para ofrecer a Dios todo eso y transformarlo en apostolado del sufrimiento, que es grato a Dios.¡Cuánto aprenden las personas jóvenes cuando ven las limitaciones ajenas y aprenden cómo se pueden llevar con humildad y alegría! Tal vez son las lecciones más grandes que jamás habremos dado. Y si, acaso, en ocasiones el dolor nos deprimiera y se nos olvidare el gran valor redentor del sufrimiento ofrecido, es bueno que las amigas sanas nos lo recuerden.
Tenemos un campo de acción amplio en la familia, en el trabajo, en el condominio, en la iglesia, entre las amigas de costurero, de gimnasio o de actividades sociales o culturales: hay que dar ejemplo de fe y piedad; que se note en nuestro comportamiento, en el optimismo, el buen humor, la paciencia y trato amable a todas las personas y en cosas tan sencillas como la presentación personal. En resumen, en la coherencia de vida.
Algunas tenemos la tendencia a imponer nuestras ideas y criterio. Pero la verdad no se impone; es mejor acompañar con cariño, delicadeza e intuición a los hijos, nietos y a las amigas en su propia búsqueda de la verdad; dejemos que aprendan a actuar con responsabilidad y a manejar su libertad. Vivamos nosotras la alegría y una sencilla pero profunda piedad, que son anticipo de la felicidad eterna y además son virtudes contagiosas.

FAMILIA

NO HAY FÓRMULAS MÁGICAS
por Marta Cecilia Vergara A.

Educar... educar requiere constancia… educar requiere paciencia… educar requiere formarse… educar requiere tiempo… educar requiere creatividad… educar requiere amor.
No hay nadie igual a otro; cada persona es un mundo, tiene unas capacidades, alcanza unas habilidades, necesita unas ayudas, cada quien tiene su misión en la vida.
Los padres quisiéramos conocer la fórmula mágica para saber afrontar tantas circunstancias de la vida de los hijos, pero… no existe.
Cuando están creciendo todo lo oyen, todo lo ven, todo lo absorben como esponjas, pero… ¿somos conscientes de que todo lo que hacemos y decimos, queramos o no, los está formando?
No hay fórmulas mágicas en la educación, lo que hay son unos padres, unos hermanos, tíos, primos, abuelos, amigos, que son su EJEMPLO.
Ahora también están las pantallas y con un clic tienen acceso a lo que ni nos imaginamos. ¿Qué hacer? ¿Cómo proteger a los hijos del mundo que llega a través de los juegos, de los videos, de las redes sociales?
De nuevo, no hay fórmulas que podamos aplicar para eso ni para mucho más; lo que ellos necesitan son padres informados y prudentes, que los escuchen, les hablen y los orienten.

MODA


SER MUJERES, MUY MUJERES
por Eva María de Trujillo

Parte de la felicidad está en aceptarse, identificarse plenamente con quien se es, con lo que se es y realizarse según la naturaleza, nunca en contra de ella. 
Abundan las voces que incitan a la mujer a que iguale al hombre, que rivalice con él o lo supere, que se libere de “trampas” como el matrimonio y la maternidad, pero ya sabemos cuánto pierde ella por esa ruta del feminismo radical porque ahí anula su propia esencia. Tratando de ser lo que no es, no solo la mujer pierde su riqueza natural sino también priva al resto de la humanidad de aquello tan valioso que ella está llamada a aportarle. 
En el sabio diseño original, la mujer y el hombre se complementan armónicamente y el mundo se enriquece con la doble perspectiva.  
Ser muy mujer es valorar la diferencia y desarrollarla para beneficio de todos. La mujer tiene cualidades innatas que la hace aparecer atrayente, fascinante, inagotable y amable para el hombre. 
Más que de sus atributos físicos, la diferencia está en su modo de ver, pensar, sentir, reaccionar, otro modo de estar presente en el mundo y abordar sus problemas. 
La mujer suele percibir los pequeños detalles, captar situaciones con intuición; tiene gran sensibilidad por las necesidades de los demás; razona no solo con el cerebro sino también con el corazón; mira a las personas una a una, se fija en su mirada; se conmueve ante el ser indefenso; posee un instinto protector aunque no sea madre biológica; por eso es capaz de proyectar su sentido maternal a toda una comunidad, haciendo más humana cualquier empresa que tenga a su cargo, sin dejar que un reglamento cuadriculado enjaule la caridad y la comprensión. 
Su eficaz modo de relacionarse suele ser la amabilidad y la ternura. Su autoridad y mando están anclados en el servicio que presta cuidando de los demás, sin alardes y sin esperar condecoraciones. Ella reina sirviendo y sirve reinando.
Suele tener un gran sentido de justicia, pues procura darle a cada ser según lo que necesita en ese momento. 
La fortaleza del “sexo débil” y su perseverancia son proverbiales. Como madre es inigualable su capacidad de sacrificarse por amor, sin que ella misma perciba como sufrimiento los sacrificios que implica su entrega incondicional. 
En fin, las mujeres somos felices acogiendo, congregando, amando, dando. 
Y si a veces derramamos lágrimas y parecemos desfallecer, ese derrumbamiento  temporal, hormonal, se cura pronto al recibir un poco de gratitud y  cariño y unos abrazos, que nos inyectan nuevamente toda la fuerza de la que Dios nos ha hecho capaces. 
Seamos mujeres, muy mujeres. No perdamos la feminidad, ni con tres doctorados ni un alto cargo. Porque no podemos negarle al mundo el ingrediente femenino que tanto necesita para guardar su equilibrio.