Ser y parecer defensores de la vida
por Sonia A. Muñoz F. MD
A propósito de los cambios que se avecinan en nuestras legislaciones acerca de los atentados contra la vida - aborto y eutanasia -, encontré un artículo de la doctora Jutta Burggraf que nos puede ser de mucho interés.
(http://es.catholic.net/op/articulos/11653/cat/829/ser-y-parecer-defensores-de-la-vida.html)
Necesitamos ante todo tener una posición clara, acorde a la verdad y a la realidad que vivimos. La vida se inicia y termina sin nuestra voluntad, seamos creyentes o no, y poseemos una dignidad natural por el solo hecho de ser personas y existir.
Pero lo interesante es, ser y parecer defensores de la vida.
Es decir, la defensa de la vida requiere de mi coherencia personal, de la manera como los demás ven que me comporto y hablo, de la capacidad de escucha para aprender de los demás, así piensen diferente a mí.
¿Cómo me verán los demás, si en vez de comprender y ponerme en la situación del otro, critico en forma negativa, ataco, juzgo y hasta insulto?
Entonces, se trata de decir la verdad con “argumentos amables”, sin apasionamientos; abriéndonos al mundo de aquel que está en dificultad, comprendiéndolo, dándole ideas para mejorar su situación particular, perdonando.
Entendiendo que generalmente aquella persona que es violenta o hiriente frente a estos temas, es porque los ha sufrido en carne propia o en su familia o con una persona que quiere mucho, y se pone a la defensiva o se justifica, para no acrecentar su dolor.
Y, por último, siempre podemos aprender de los demás, aún de los que piensan diferente o contrario a nuestros criterios. Todos los seres humanos tienen aspectos positivos, cosas buenas para dar y lo importante es que ellos, así no cambien en este tema en particular, se lleven muchos regalos espirituales y afectivos de nuestra parte, entre ellos descubrir que ellos son personas que valen mucho y que pueden contar con nosotros si un día les somos necesarios.
Ser y parecer defensores de la vida, proclamando la verdad con argumentos claros y reales, pero sobre todo dando nuestro testimonio de amor a la vida y respeto con nuestros semejantes.
A propósito de los cambios que se avecinan en nuestras legislaciones acerca de los atentados contra la vida - aborto y eutanasia -, encontré un artículo de la doctora Jutta Burggraf que nos puede ser de mucho interés.
(http://es.catholic.net/op/articulos/11653/cat/829/ser-y-parecer-defensores-de-la-vida.html)
Necesitamos ante todo tener una posición clara, acorde a la verdad y a la realidad que vivimos. La vida se inicia y termina sin nuestra voluntad, seamos creyentes o no, y poseemos una dignidad natural por el solo hecho de ser personas y existir.
Pero lo interesante es, ser y parecer defensores de la vida.
Es decir, la defensa de la vida requiere de mi coherencia personal, de la manera como los demás ven que me comporto y hablo, de la capacidad de escucha para aprender de los demás, así piensen diferente a mí.
¿Cómo me verán los demás, si en vez de comprender y ponerme en la situación del otro, critico en forma negativa, ataco, juzgo y hasta insulto?
Entonces, se trata de decir la verdad con “argumentos amables”, sin apasionamientos; abriéndonos al mundo de aquel que está en dificultad, comprendiéndolo, dándole ideas para mejorar su situación particular, perdonando.
Entendiendo que generalmente aquella persona que es violenta o hiriente frente a estos temas, es porque los ha sufrido en carne propia o en su familia o con una persona que quiere mucho, y se pone a la defensiva o se justifica, para no acrecentar su dolor.
Y, por último, siempre podemos aprender de los demás, aún de los que piensan diferente o contrario a nuestros criterios. Todos los seres humanos tienen aspectos positivos, cosas buenas para dar y lo importante es que ellos, así no cambien en este tema en particular, se lleven muchos regalos espirituales y afectivos de nuestra parte, entre ellos descubrir que ellos son personas que valen mucho y que pueden contar con nosotros si un día les somos necesarios.
Ser y parecer defensores de la vida, proclamando la verdad con argumentos claros y reales, pero sobre todo dando nuestro testimonio de amor a la vida y respeto con nuestros semejantes.
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