
por Eva María de Trujillo
Estoy segura de que ni tú ni yo catalogamos a las personas según su apariencia, ni juzgamos a nadie por la ropa que lleva puesta. Pero también es cierto que el arreglo personal es nuestra tarjeta de presentación, porque por lo que otros ven de nosotros, se forman una idea de quiénes somos.
No basta ser una persona valiosa, inteligente y capaz, también hay que parecerlo. En el mundo laboral, sobre todo. Sabemos que para una entrevista laboral resulta crucial cómo te arreglas, comportas y si te vistes correctamente.
Pero es más: una investigación de la Universidad de Chicago sugiere que, aunque ya tengas ese puesto, no puedes descuidarte ni ceder a la mediocridad, pues tu forma de vestir en la oficina influye más de lo que tú crees. Según informa la revista Harper’s Bazaar de Inglaterra, el estudio monitoreó a más de 14.000 mujeres y hombres durante los 13 años siguientes a su grado profesional; les hacían seguimiento, comparando su atractivo y estilo personal con sus salarios del momento. Cualquiera se imagina que hay una relación entre la imagen de una persona profesional y el salario que gana, pero lo asombroso fue que comprobaron que aquellas personas que proyectan una imagen cuidada y atrayente ganan un 20 por ciento más que los que tienen un aspecto promedio.
No se puede negar: en el mundo laboral somos percibidas y catalogadas según nuestra apariencia. ¿Es injusto? Sí, pero, ¿quién confiaría algo muy valioso a alguien que no parece merecer esa confianza? Imagínate que tú eres la empresaria que contrata una asistente, pero la candidata se presenta sin bañarse, despeinada, con ropa manchada, en chanclas y sin poder encontrar en el caos de su mochila ni su celular ni las llaves… ¿Le confiarías tus finanzas?
Importa mucho que tengamos la óptima preparación profesional para ese trabajo y también importa la imagen personal. Es claro que el desorden, el desaliño y la falta de decoro en el vestir definitivamente pueden cerrar muchas puertas.
No basta ser una persona valiosa, inteligente y capaz, también hay que parecerlo. En el mundo laboral, sobre todo. Sabemos que para una entrevista laboral resulta crucial cómo te arreglas, comportas y si te vistes correctamente.
Pero es más: una investigación de la Universidad de Chicago sugiere que, aunque ya tengas ese puesto, no puedes descuidarte ni ceder a la mediocridad, pues tu forma de vestir en la oficina influye más de lo que tú crees. Según informa la revista Harper’s Bazaar de Inglaterra, el estudio monitoreó a más de 14.000 mujeres y hombres durante los 13 años siguientes a su grado profesional; les hacían seguimiento, comparando su atractivo y estilo personal con sus salarios del momento. Cualquiera se imagina que hay una relación entre la imagen de una persona profesional y el salario que gana, pero lo asombroso fue que comprobaron que aquellas personas que proyectan una imagen cuidada y atrayente ganan un 20 por ciento más que los que tienen un aspecto promedio.
No se puede negar: en el mundo laboral somos percibidas y catalogadas según nuestra apariencia. ¿Es injusto? Sí, pero, ¿quién confiaría algo muy valioso a alguien que no parece merecer esa confianza? Imagínate que tú eres la empresaria que contrata una asistente, pero la candidata se presenta sin bañarse, despeinada, con ropa manchada, en chanclas y sin poder encontrar en el caos de su mochila ni su celular ni las llaves… ¿Le confiarías tus finanzas?
Importa mucho que tengamos la óptima preparación profesional para ese trabajo y también importa la imagen personal. Es claro que el desorden, el desaliño y la falta de decoro en el vestir definitivamente pueden cerrar muchas puertas.
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