por Lily Mosquera de Jensen
En esta época se nota la urgencia de la gente por comprar la felicidad. Parece que viniera empacada con los regalos, las decoraciones para la casa, la ropa nueva, las comidas y bebidas, las fiestas y bailes, la feria, los toros, todo buscando alegría, diversión y jolgorio. Parece que la Navidad trajera todos estos afanes y que la gente la midiera por el ajetreo y la actividad que representa. Pero pocos se dan cuenta que es la época para redescubrir el sentido espiritual de esta celebración y que la iluminación no sea solo en los bombillitos de colores sino dentro de nosotros mismos.
Los cristianos a veces olvidamos que los cuatro domingos que preceden a la Navidad son los del Adviento o advenimiento, cuando la liturgia prepara la venida de Cristo. En muchos países, las comunidades cristianas, no solo en las iglesias si no en los hogares, conmemoran con una corona de follaje verde, con cuatro velas, el simbolismo de esta época. Así cada domingo, durante la comida familiar, se prende una de las velas y se reza una oración de acción de gracias por lo muchos regalos que hemos recibido de Dios.
Cuenta la tradición que el follaje en forma de círculo, de la Corona de Adviento, representa la vida eterna y la esperanza en Cristo. En algunos países, tres velas color morado simbolizan el arrepentimiento y una color rosado significa la alegría. En otros las velas representan los diferentes aspectos de la vida de Jesús. Así cada domingo las familias manifiestan, en esta bonita costumbre, una preparación verdadera y auténtica a la celebración de la Navidad. Deberíamos nosotros prender esa corona de Adviento, estos cuatro domingos, en la sala de la casa, con toda la familia reunida, para llenarse de gozo, de paz, de alegría y redescubrir la Navidad.
Vale la pena recordar que ésta es la época de dar y de darse; de compartir lo que poseemos y también nuestro tiempo, nuestros intereses, nuestro cariño. De tal forma que podríamos participar en alguna fiesta original de Navidad como las que organiza un maravilloso pediatra amigo en las zonas marginadas de Cali, donde él personalmente y algunas personas con el mismo espíritu, llevan un rato de diversión a un grupo de madres adolescentes, entregándoles regalos, refrigerios y recreación. Decía la Madre Teresa que la caridad verdadera solo se expresa mientras se estrecha la mano de quien está necesitado. Yo añadiría que también mientras se le mira a los ojos.
Todavía podemos vivir los últimos días de Adviento prendiendo en nuestro corazón una vela de sencillez, cariño y generosidad. Veremos cómo nos sentiremos más tranquilos y más felices, porque la luz de la caridad que se prende dentro de los corazones, nos acerca a Dios.
Los cristianos a veces olvidamos que los cuatro domingos que preceden a la Navidad son los del Adviento o advenimiento, cuando la liturgia prepara la venida de Cristo. En muchos países, las comunidades cristianas, no solo en las iglesias si no en los hogares, conmemoran con una corona de follaje verde, con cuatro velas, el simbolismo de esta época. Así cada domingo, durante la comida familiar, se prende una de las velas y se reza una oración de acción de gracias por lo muchos regalos que hemos recibido de Dios.
Cuenta la tradición que el follaje en forma de círculo, de la Corona de Adviento, representa la vida eterna y la esperanza en Cristo. En algunos países, tres velas color morado simbolizan el arrepentimiento y una color rosado significa la alegría. En otros las velas representan los diferentes aspectos de la vida de Jesús. Así cada domingo las familias manifiestan, en esta bonita costumbre, una preparación verdadera y auténtica a la celebración de la Navidad. Deberíamos nosotros prender esa corona de Adviento, estos cuatro domingos, en la sala de la casa, con toda la familia reunida, para llenarse de gozo, de paz, de alegría y redescubrir la Navidad.
Vale la pena recordar que ésta es la época de dar y de darse; de compartir lo que poseemos y también nuestro tiempo, nuestros intereses, nuestro cariño. De tal forma que podríamos participar en alguna fiesta original de Navidad como las que organiza un maravilloso pediatra amigo en las zonas marginadas de Cali, donde él personalmente y algunas personas con el mismo espíritu, llevan un rato de diversión a un grupo de madres adolescentes, entregándoles regalos, refrigerios y recreación. Decía la Madre Teresa que la caridad verdadera solo se expresa mientras se estrecha la mano de quien está necesitado. Yo añadiría que también mientras se le mira a los ojos.
Todavía podemos vivir los últimos días de Adviento prendiendo en nuestro corazón una vela de sencillez, cariño y generosidad. Veremos cómo nos sentiremos más tranquilos y más felices, porque la luz de la caridad que se prende dentro de los corazones, nos acerca a Dios.
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