En un artículo reciente del New York Times Magazin, con el título “A Manners Manifesto”, su autora Tamar Alder expone sus conceptos muy actuales sobre este tema. De allí extracto los siguientes:
Por más de 4000 años los seres humanos han tenido en cuenta los modales en lo que se refiere a las relaciones interpersonales. Posiblemente todos recordamos alguna ocasión, en la mesa del comedor, en que nos reprendieron por mal comportamiento, como regar la comida en la mesa o hablar con la boca llena.
Añade la autora, quien presume de haber leído todos los libros de etiqueta, que todas estas reglas han sido escritas, desde siempre, para la alta sociedad, por ejemplo, cómo usar los cubiertos de pescado, las pinzas para comer caracoles, la taza para consomé, el uso de los pequeños trastes para lavarse los dedos en la mesa, todos estos elementos parecen hechos para excluir a la gente ordinaria, citando a Charles William Dayi (1834), en su libro “Hints on Etiquette, y sus usos en la sociedad que aparece como una barrera que se construye como protección para poder discriminar.”
Continúa Tamar Alder observando que algunos estándares cambian, como las passwords tan pronto como dejan de ser secretas: la manera de tomar los cubiertos, a la europea o a la americana, las manos en la mesa o debajo, los espárragos con los dedos o con el tenedor. Afirma que algún populista descubrió, en estas pautas de etiqueta, un manera de segregación y que solo era necesario saber que no es correcto subir las piernas en la mesa de la cocina.
Sin embargo, a lo largo de la historia encontramos reglas útiles para la convivencia, en el primer libro de modales, un papiro egipcio Ptahhotep, del año 2350 A.C.
También encontramos que Erasmo dijo, no chuparse los dedos, sino usar la servilleta. También, ceder el puesto a una persona mayor.
En nuestro mundo actual, la manera de discernir entre la etiqueta adecuada y la cursilería es saber distinguir qué modales nos hacen buenos en vez de solo parecerlo.
El objetivo de los buenos modales no es ser un estorbo sino un buen conjunto de instrumentos para que nuestros instintos naturales incorporen amabilidad y consideración en nuestro comportamiento, sin excluir ninguna clase social, porque al actuar con amabilidad y respeto hacia los demás, hace que nuestro mundo sea un lugar más ameno para vivir.
Como ejemplo gracioso termina diciendo que si la espesa sopa china, no la puede comer sin sorber, es mejor cambiar de sopa.
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