DE TODO UN POCO

UN APORTE DE LA MUJER A LA SOCIEDAD 
por María Beatriz Toro de Luna

Nosotras, mujeres de la sociedad actual, tenemos un desafío: evitar que esta cultura de la superficialidad, del hedonismo, del consumismo, del ‘todo vale’, esterilice y ahogue los anhelos de tantos niños y jóvenes que tienen ideales nobles. 
¿Cómo? Hablando del bien que hemos encontrado. Como dice el Papa Francisco "el bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión " (Ex. apostólica Evangelii Gaudium, n 9). 
Nosotras, pues, estamos aquí en este siglo y en esta sociedad para difundir la verdad que ya hemos podido reconocer y el bien que hemos podido experimentar. Las mujeres somos comunicadoras de bien. De que nosotras lo enseñemos a otras personas, dependen muchas cosas grandes. El testimonio personal, de tú a tú, es algo eficaz y valioso, sin distingo de edad o condición; cada una de acuerdo a su situación personal. 
Nuestra tarea se inicia en la juventud y termina con la muerte. No importan los años, las enfermedades, o las adversidades de la vida. Aunque estemos enfermas, incapacitadas o ancianas, es una ocasión para ofrecer a Dios todo eso y transformarlo en apostolado del sufrimiento, que es grato a Dios.¡Cuánto aprenden las personas jóvenes cuando ven las limitaciones ajenas y aprenden cómo se pueden llevar con humildad y alegría! Tal vez son las lecciones más grandes que jamás habremos dado. Y si, acaso, en ocasiones el dolor nos deprimiera y se nos olvidare el gran valor redentor del sufrimiento ofrecido, es bueno que las amigas sanas nos lo recuerden.
Tenemos un campo de acción amplio en la familia, en el trabajo, en el condominio, en la iglesia, entre las amigas de costurero, de gimnasio o de actividades sociales o culturales: hay que dar ejemplo de fe y piedad; que se note en nuestro comportamiento, en el optimismo, el buen humor, la paciencia y trato amable a todas las personas y en cosas tan sencillas como la presentación personal. En resumen, en la coherencia de vida.
Algunas tenemos la tendencia a imponer nuestras ideas y criterio. Pero la verdad no se impone; es mejor acompañar con cariño, delicadeza e intuición a los hijos, nietos y a las amigas en su propia búsqueda de la verdad; dejemos que aprendan a actuar con responsabilidad y a manejar su libertad. Vivamos nosotras la alegría y una sencilla pero profunda piedad, que son anticipo de la felicidad eterna y además son virtudes contagiosas.

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