El cabello largo, atributo femenino por excelencia, ha atraído las miradas a través de los siglos. En cierta forma, instintivamente se viene relacionando con la juventud, la salud y la belleza de la mujer.
Desde niña, sueña con tenerlo largo como las princesas; en la pubertad su pelo se convierte en obsesión; pasa horas ante el espejo cepillándolo; de adolescente sigue peinándolo, midiéndolo, observando de cerca sus puntas, enredando sus dedos en algún mechón, jugando con él, ensayando formas de recogerlo y volverlo a soltar, agitándolo, ondeándolo; en fin, pueden pasar horas sin que el cabello deje de ocupar sus manos en una permanente actividad casi inconsciente e incontrolada, la cual, por supuesto, la distrae y no la deja concentrarse en lo que realmente debiera.
Cuando se da cuenta de que hay muchas cosas que puede hacer mejor con la cara despejada, ella resuelve recogerlo en cola de caballo y empieza a progresar en sus estudios y metas.
Ya graduada, aunque la empresa donde trabaja no le sugiera una determinada imagen corporativa, ella por sí sola experimenta que es más funcional y decoroso llevar su cabello largo recogido, ya sea parcialmente o del todo, en una gran variedad de peinados muy atractivos.
En la oficina, la melena larga puede dar una imagen poco profesional y demasiado casual – sobre todo si no hay tiempo para llevarla impecablemente bien cuidada a toda hora -. Además existe el peligro de que con el cabello suelto salga de nuevo a flote la imagen de la niña de trece que distraída manosea su mechón, mientras la profesora le toma el examen en el tablero.
Una persona que en el trabajo juega con su pelo genera una impresión de inseguridad e incapacidad, o de frivolidad y coquetería, sobre todo en el mundo laboral donde prima la imagen clásica de seriedad y confiabilidad ( p.ej. en finanzas).
En los sectores de la salud y de alimentos son las razones de higiene y pulcritud las que obligan a llevar el cabello recogido, pues cada vez que se pasa la mano se desprenden pelos. (Según Wikipedia, una persona normal pierde entre setenta y cien pelos al día.)
A lucir y disfrutar, pues, esa cabellera bien cuidada en el tiempo libre, y siempre recordando la urbanidad: Tanto en el comedor como en un restaurante, en el teatro, en una conferencia, en la iglesia, en reuniones sociales, etc. el único sitio correcto para arreglarse el cabello es el tocador de las damas.
Desde niña, sueña con tenerlo largo como las princesas; en la pubertad su pelo se convierte en obsesión; pasa horas ante el espejo cepillándolo; de adolescente sigue peinándolo, midiéndolo, observando de cerca sus puntas, enredando sus dedos en algún mechón, jugando con él, ensayando formas de recogerlo y volverlo a soltar, agitándolo, ondeándolo; en fin, pueden pasar horas sin que el cabello deje de ocupar sus manos en una permanente actividad casi inconsciente e incontrolada, la cual, por supuesto, la distrae y no la deja concentrarse en lo que realmente debiera.
Cuando se da cuenta de que hay muchas cosas que puede hacer mejor con la cara despejada, ella resuelve recogerlo en cola de caballo y empieza a progresar en sus estudios y metas.
Ya graduada, aunque la empresa donde trabaja no le sugiera una determinada imagen corporativa, ella por sí sola experimenta que es más funcional y decoroso llevar su cabello largo recogido, ya sea parcialmente o del todo, en una gran variedad de peinados muy atractivos.
En la oficina, la melena larga puede dar una imagen poco profesional y demasiado casual – sobre todo si no hay tiempo para llevarla impecablemente bien cuidada a toda hora -. Además existe el peligro de que con el cabello suelto salga de nuevo a flote la imagen de la niña de trece que distraída manosea su mechón, mientras la profesora le toma el examen en el tablero.
Una persona que en el trabajo juega con su pelo genera una impresión de inseguridad e incapacidad, o de frivolidad y coquetería, sobre todo en el mundo laboral donde prima la imagen clásica de seriedad y confiabilidad ( p.ej. en finanzas).
En los sectores de la salud y de alimentos son las razones de higiene y pulcritud las que obligan a llevar el cabello recogido, pues cada vez que se pasa la mano se desprenden pelos. (Según Wikipedia, una persona normal pierde entre setenta y cien pelos al día.)
A lucir y disfrutar, pues, esa cabellera bien cuidada en el tiempo libre, y siempre recordando la urbanidad: Tanto en el comedor como en un restaurante, en el teatro, en una conferencia, en la iglesia, en reuniones sociales, etc. el único sitio correcto para arreglarse el cabello es el tocador de las damas.
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