
por Sonia A. Muñoz F. MD
Según el diccionario de la RAE, la alegría es un sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores: palabras, gestos o actos de júbilo.
Este sentimiento es un estado del alma, que pertenece a la intimidad de la persona y que brota de tener claridad en el sentido de nuestra vida.
No depende del tener, sino del ser. Y es nuestra propia voluntad la que se sobrepone a las dificultades o inconvenientes de la vida cotidiana y nos indica que debemos y que nos conviene estar alegres.
¿Cuándo? Siempre.
¿Cómo? Proponiéndonos ser felices en las condiciones de la vida cotidiana:
• Dando gracias, porque amanecimos vivos.
• Viviendo cada día como si fuera el último, sacándole el máximo provecho.
• Poniéndole humor a las situaciones difíciles.
• Evitando la cantaleta, los “tú siempre”, “tú nunca”.
• Reír y sonreír nos evitan las arrugas, promueven la formación de colágeno, ejercitan los músculos faciales, permiten que se secreten las endorfinas o sustancias bioquímicas de la felicidad.
• La alegría nos facilita pedir perdón, dar gracias y pedir más ayuda a Dios, como nos lo propuso el Beato Álvaro del Portillo y tantos otros santos.
• A la alegría la acompañan otras virtudes como el buen humor, la esperanza, el optimismo, las ganas de salir adelante, la resiliencia, la fortaleza y el amor.
• La alegría minimiza el dolor y el sufrimiento.
• Nos permite desempeñar el trabajo profesional, ya sea en casa o en la oficina, con creatividad y haciendo buen uso del tiempo.
• La alegría la encontramos finalmente dándonos a los demás, poniéndonos en el lugar del otro, criticando menos, auto-mejorando y amando más.
Este sentimiento es un estado del alma, que pertenece a la intimidad de la persona y que brota de tener claridad en el sentido de nuestra vida.
No depende del tener, sino del ser. Y es nuestra propia voluntad la que se sobrepone a las dificultades o inconvenientes de la vida cotidiana y nos indica que debemos y que nos conviene estar alegres.
¿Cuándo? Siempre.
¿Cómo? Proponiéndonos ser felices en las condiciones de la vida cotidiana:
• Dando gracias, porque amanecimos vivos.
• Viviendo cada día como si fuera el último, sacándole el máximo provecho.
• Poniéndole humor a las situaciones difíciles.
• Evitando la cantaleta, los “tú siempre”, “tú nunca”.
• Reír y sonreír nos evitan las arrugas, promueven la formación de colágeno, ejercitan los músculos faciales, permiten que se secreten las endorfinas o sustancias bioquímicas de la felicidad.
• La alegría nos facilita pedir perdón, dar gracias y pedir más ayuda a Dios, como nos lo propuso el Beato Álvaro del Portillo y tantos otros santos.
• A la alegría la acompañan otras virtudes como el buen humor, la esperanza, el optimismo, las ganas de salir adelante, la resiliencia, la fortaleza y el amor.
• La alegría minimiza el dolor y el sufrimiento.
• Nos permite desempeñar el trabajo profesional, ya sea en casa o en la oficina, con creatividad y haciendo buen uso del tiempo.
• La alegría la encontramos finalmente dándonos a los demás, poniéndonos en el lugar del otro, criticando menos, auto-mejorando y amando más.
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