
por Eva María de Trujillo
En noviembre aquí se habla mucho de la belleza de la mujer. Eso repercute en que chicas y grandes se cuestionen su propia imagen.
En sí, es bueno esmerarse por lucir más bella. Es un arte que la mujer debe cultivar toda su vida, porque el mundo necesita de su grata presencia que ilumine todo a su alrededor; el mundo necesita la alegría de la belleza.
Pero no una belleza que se reduzca a una figura llamativa, pero hueca, sin alma, postiza, auto-complacida; no una belleza que nutre su vanidad con piropos a su perfecta anatomía; no es esa la belleza que necesita el entorno familiar y social de toda mujer. Se necesita una belleza que sea reflejo de su verdad interior.
Más que un rostro maquillado y un cuerpo ‘trabajado’, son los valores - como la amabilidad, bondad, discreción, modestia, delicadeza, sinceridad, serenidad - los que confieren una belleza genuina que no se marchita a los cincuenta. La belleza integral no se da cuando en el alma impera la fealdad del orgullo, de la vanidad, la envidia, la mentira, del odio y del egoísmo.
Por esta época se ven niñas de tiernas edades jugando a la pasarela con poses coquetas, y pululan madres frívolas edificando las aspiraciones de sus hijas sobre la perfección de sus cuerpos.
A ellas quisiera decirles a solas, una a una:
Amiga, ¿en qué quieres convertir a tu hija? Está bien que luzca hermosa, pero la forma en que la exhibes lleva a que la miren como una mercancía ofrecida en venta. Con esa manera de vestir, tan seductora, de antemano rebaja el nivel de cualquier relación que un hombre aborde con ella.
Niña, recuerda: ¡tú vales mucho! Eres invaluable como persona, no importa las medidas de tu figura. No vales más porque la exhibas. ¡No dejes que jueguen con tu vanidad, ni permitas que te degraden a un trofeo de cacería!
¿Por qué no aspiras mejor a estudiar para llegar a ser una buena chef, una educadora, enfermera, médica o administradora, para hacer un mundo mejor? ¿Por qué no pones tus ambiciones en cultivar en ti esa belleza integral, de alma y cuerpo, que se necesita para llegar a ser excelente esposa y madre?
En sí, es bueno esmerarse por lucir más bella. Es un arte que la mujer debe cultivar toda su vida, porque el mundo necesita de su grata presencia que ilumine todo a su alrededor; el mundo necesita la alegría de la belleza.
Pero no una belleza que se reduzca a una figura llamativa, pero hueca, sin alma, postiza, auto-complacida; no una belleza que nutre su vanidad con piropos a su perfecta anatomía; no es esa la belleza que necesita el entorno familiar y social de toda mujer. Se necesita una belleza que sea reflejo de su verdad interior.
Más que un rostro maquillado y un cuerpo ‘trabajado’, son los valores - como la amabilidad, bondad, discreción, modestia, delicadeza, sinceridad, serenidad - los que confieren una belleza genuina que no se marchita a los cincuenta. La belleza integral no se da cuando en el alma impera la fealdad del orgullo, de la vanidad, la envidia, la mentira, del odio y del egoísmo.
Por esta época se ven niñas de tiernas edades jugando a la pasarela con poses coquetas, y pululan madres frívolas edificando las aspiraciones de sus hijas sobre la perfección de sus cuerpos.
A ellas quisiera decirles a solas, una a una:
Amiga, ¿en qué quieres convertir a tu hija? Está bien que luzca hermosa, pero la forma en que la exhibes lleva a que la miren como una mercancía ofrecida en venta. Con esa manera de vestir, tan seductora, de antemano rebaja el nivel de cualquier relación que un hombre aborde con ella.
Niña, recuerda: ¡tú vales mucho! Eres invaluable como persona, no importa las medidas de tu figura. No vales más porque la exhibas. ¡No dejes que jueguen con tu vanidad, ni permitas que te degraden a un trofeo de cacería!
¿Por qué no aspiras mejor a estudiar para llegar a ser una buena chef, una educadora, enfermera, médica o administradora, para hacer un mundo mejor? ¿Por qué no pones tus ambiciones en cultivar en ti esa belleza integral, de alma y cuerpo, que se necesita para llegar a ser excelente esposa y madre?
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