MUJER

Mujer, ¡sé lo que eres!
por Eva María de Trujillo


En el Día de la Mujer vale aplicarnos el consejo que san Juan Pablo II dio a la familia: "¡Sé lo que eres!”, en el sentido de que las mujeres seamos muy mujeres.
La felicidad está en aceptar quién se es y vivir según la propia naturaleza, nunca en contra de ella.
La mujer tiene igual dignidad que el hombre, el mismo valor como persona, pero tiene cualidades innatas que la hacen ser diferente al hombre. Para él, ella nunca dejará de ser un misterio.

Más que de características corporales, se trata de su modo de estar en este mundo. Desde pequeña, con su gracia deja a su paso rostros más felices. Suele ser afectuosa, bondadosa, alegre; le gusta estar acompañada y sentirse protegida, bonita, admirada, amada...
Fija su atención en los detalles, percibe lo pequeño; capta situaciones con gran intuición; tiene gran sensibilidad por las necesidades afectivas de los demás; razona con cerebro y corazón; mira a las personas una a una, ve lo concreto; es movida por la compasión ante un ser indefenso; posee el instinto maternal aunque no sea madre biológicamente; proyecta su sentido maternal a toda comunidad.

La distingue una capacidad de sacrificio por amor, sin que ella lo perciba como sufrimiento.
En lo físico, suave, tierna, hermosa, hecha para dar y proteger la vida. En lo moral, fuerte, íntegra, de principios firmes, con un gran sentido de justicia. 
En su trabajo, inagotable, de visión realista, práctica, capaz de atender muchos frentes a la vez. En el arte, alcanza lo más sublime. En la cultura, ha sido por milenios guardiana de los valores.
En la familia suele encontrar su más plena vocación; siente que a ella le es confiado el bienestar de los demás, sobre todo el ser más pequeño y necesitado. Acogedora y protectora, procura dar a cada uno lo suyo. Con su asombrosa capacidad de amar es fuerza espiritual para los demás.
Su peculiar modo de estar en el mundo es la ternura. Su autoridad está anclada en el invaluable servicio incondicional que presta sin alardes en la familia y la sociedad.

Nunca han faltado las voces malignas que sugieren a la mujer que se rebele contra su naturaleza, que se “libere” de la “trampa” de la maternidad. ¡Gran error!, pues pierde su esencial riqueza. 
Lo eficaz para promover a la mujer es su auto-aceptación en su diferencia, en su singularidad como mujer.  

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