SALUD Y BIOÉTICA

La esperanza
por Sonia  A. Muñoz F. MD

La esperanza es una virtud fundamental para realizar cambios decisivos en la vida. Y como dice Erich Fromm, psicólogo humanista, no se trata de anhelos o deseos por conseguir algo que es más bien consumismo, tampoco es una espera pasiva que equivale a estar resignado porque no soy nada ni puedo nada, ni es un violentar la realidad desafiando hasta a la muerte a la espera de cosas que no se presentarán como las adicciones o los amores imposibles; es decir, no esperamos lo que ya existe o lo que sabemos que no puede ser.
“Tener esperanza, significa estar presto en todo momento para lo que todavía no nace, pero sin llegar a desesperarse si el nacimiento no ocurre a lo largo de nuestra vida”.

Podemos decir que la esperanza es un estado, una forma de ser, una disposición interna que nos mantiene listos para actuar. Nos permite confrontarnos con nosotros mismos y la realidad que vivimos, para tomar decisiones asertivas, que nos proporcionen paz y crecimiento personal.
La esperanza está relacionada con los sentimientos del ser humano, al igual que con su inteligencia y le permiten actuar libre y voluntariamente, conforme a la realidad.
La esperanza es intrínseca al espíritu del hombre, nos permite “una apertura optimista y expectante frente al futuro próximo, y nos aumenta las energías para vivir”.


No estaría completo el tema de la esperanza, si lo separamos de la fe y del amor, las llamadas virtudes teologales.
Y frente a nuestra vida cabe preguntarnos con esperanza:
¿Qué podemos hacer para que el presente mejore y el futuro no sea incierto?
¿La tecnología tiene que ser necesariamente nociva?
¿Podemos enseñarle a los más jóvenes que la vida vale la pena ser vivida?
Cada vida que nace es una promesa y vale la pena darnos a los demás para ganarnos el cielo.

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