Vivir en familia es tener la oportunidad de ser parte de algo, de formar parte de un mundo único, los hijos crecen en medio de lo que sus padres les dan, que es su propia vida, sus conocimientos, sus aprendizajes, y salen luego, en su momento, a construir también su mundo.
Lo que se aprende en casa no se pierde. Así los hijos hayan tomado caminos diferentes a los que quisieran los padres, lo importante es quiénes son, y eso lo han aprendido en casa.
Ahora los ataques a la familia son muchos; todo se justifica con el relativismo, con teorías falsas, con términos nuevos que confunden y en muchas partes se apoyan situaciones que, en lugar de dar vida, producen inmenso dolor.
Nuestros hijos tienen muchas fuentes de aprendizaje a su alcance; que nosotros los padres sigamos siendo una de esas fuentes; que sigamos siendo su raíz con la que ellos más se identifican. ¡No los dejemos solos!
Ver quiénes somos, cuál fue nuestro primer hogar, donde aprendimos lo más valioso de nosotros mismos, ver a nuestros hijos como se han ido formando, cómo podemos reconocernos de alguna manera en ellos y cómo reconocemos en cada uno ese ser único que va haciendo su camino, nos ayudará a defender el valor de la familia.
Defender la familia es un derecho de todos.
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