MODA

AUTOESTIMA Y FALSAS VALORACIONES
por Eva María de Trujillo


Nadie duda que vestir bien contribuye a subir la autoestima. A cualquier edad, el termómetro de felicidad sube cuando se estrena una prenda, por ejemplo, unos zapatos rojos. 
Sentirse bien y saber que somos especiales, es bueno, aún sabiendo que no consiste en llevar zapatos rojos. Y sí es cierto que no hay nadie como tú, ni como yo. Cada una somos únicas, irrepetibles, valiosas, maravillosas y debemos tratarnos según la dignidad que tenemos como personas. 
Pero siento que a veces se malinterpreta el término “autoestima“, cuando se halaga a una persona con elogios exagerados que la llenan de vanidad y estímulos irreales que crean falsas expectativas. Esa autoestima distorsionada produce la exaltación del “yo”, fomenta el egoísmo, el culto al “yo“ y el narcisismo como exagerado aprecio a la belleza y el talento propios.
La autoestima malentendida me lleva a complacerme demasiado porque “yo merezco lo mejor” hasta exigir para mí todo privilegio porque “yo lo valgo”. Cuando distorsiono la idea “sé feliz primero tú, para hacer felices a otros“, me acostumbro a darme el primero lugar en todo, porque “yo vivo mi vida” y “necesito mi espacio“.
Esta actitud conduce al egoísmo, a la destrucción de la familia, a la infelicidad; tarde o temprano llega la frustración, y el tiempo se encarga de mostrar que ni soy joven, ni bella, ni puedo lograrlo todo, ni  el “tener cosas“ me satisface para siempre.
Nuestra actual cultura de la imagen incita a auto-valorarse por el atractivo físico y las apariencias. En el ambiente quedó el virus que hace creer que merece el “paraíso“ la dueña de un cuerpo y una cara de ciertos estereotipos. En cambio la fea, la gorda, la enferma o la envejecida no valen nada y se tienen que esconder. 
Muchas mujeres hoy sufren bajo el estrés permanente de la exigencia estética, (¡tienes que mantenerte bonita!) y el estrés de la exigencia profesional (¡tienes que ganar dinero y ser económicamente independiente!) y el temor estresante de que otra más joven y bella le pueda arrebatar su puesto y su marido.

Conviene revisar en qué se fundamenta mi autoestima. El concepto positivo o negativo que tengo de mi misma tal vez dependa de ideas que no son válidas aunque rijan en mi entorno. Los referentes falsos dan valoraciones equivocadas. Muchos criterios de éxito pueden ser falsos o hasta nocivos (dinero y posición a cualquier precio, relaciones afectivas utilitarias, estilos de vida hedonistas, modas frívolas, costumbres moralmente relajadas). Tal vez me esté sobrevalorando por unos logros solo porque los demás los califican como tales; y tal vez me esté infravalorando por dar importancia a modelos falsos.

Una mujer con recto amor a sí misma no se jacta de cualidades imaginarias, ni vive con falsas expectativas. Sinceramente confiesa que vale lo que vale ante Dios, tenga lo que tenga y pase lo que pase. Se sabe una persona amada por su Padre Dios, a quien El confirió una misión especial, cuyo éxito será evaluado según el amor que ella haya puesto en cumplirla.

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