DOCTRINA Y VIDA

LA CRUZ DE CRISTO Y MI CRUZ
por Concepción Campá

La Cruz de Cristo no es solo el madero que llevó a cuestas y en el que murió. Su Cruz fue, junto a esa, el dolor de la soledad, las injusticias que sufrió, los insultos que le dieron, la verdad anunciada y no recibida, el amor que prodigó a tantas muchedumbres que lo abandonaron; fue saber lo que su Madre estaba sufriendo, el dolor por lo que tantos le hemos ofendido, por mis pecados, lo que he hecho contra alguien o contra mí mismo.
Y mi cruz es la de cada día, aquella que llega sin esperarla y que tengo que aceptar para seguirle a Él camino del Calvario.
Mi cruz es el dolor de una pena, de una enfermedad, del cansancio del trabajo, de los disgustos con los hijos que no quieren normas, ni obedecer ni recibir consejos; es el dolor de una contrariedad familiar o profesional, de una injusticia. 
Pero Jesús me mira y me consuela, como consoló a las Santas Mujeres en el camino al Calvario y con esa mirada mi cruz se une a la de Cristo. Sigo caminando y busco a su Madre para ir con ella, consolarla con mi compañía. Llegamos al Calvario, Viernes Santo. 

Y a partir de ese día seguiré al pie de la Cruz cada vez que asista a la Santa Misa en la que se renueva el sacrificio de Cristo; allí se repite el memorial de Su Pasión y Muerte. Es allí donde yo puedo ofrecer también mi cruz para que tenga valor de  eternidad. 
Gracias, Jesús, por tu entrega sin fin. Gracias por enseñarnos a dar la vida sin esperar nada a cambio. Gracias por tanto amor como me das.

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