
Por: Concepción Campa
El 11 de octubre pasado el Papa Benedicto XVI dió inicio al Año de la Fe para todos los bautizados. Este detalle me parece muy importante porque no solo es para los que queremos y amamos nuestra Fe, sino para todos aquellos que la recibieron por el Sacramento del Bautismo, así cuenten con Dios o lo tengan olvidado en sus vidas.
El Papa en la homilía de ese día memorable explicó por qué ha convocado un año de la Fe. Qué bueno que lo haya hecho, porque muchos pensábamos ¿era necesario poner un año de la Fe?
El Papa en la homilía de ese día memorable explicó por qué ha convocado un año de la Fe. Qué bueno que lo haya hecho, porque muchos pensábamos ¿era necesario poner un año de la Fe?
Nos dice Benedicto XVI: "En estos decenios ha aumentado la desertificación espiritual. (...) Se ha difundido el vacío (de Dios). Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es cómo podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir, así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa (...)
En otro momento dijo así el Papa:
Pero -nos preguntamos- ¿la fe es verdaderamente la fuerza transformadora en nuestra vida? ¿O es sólo uno de los elementos que forman parte de la existencia, sin ser el determinante que la involucra totalmente? Con las catequesis de este Año de la Fe querríamos hacer un camino para reforzar o reencontrar la alegría de la fe, comprendiendo que ésta no es algo ajeno, separado de la vida concreta, sino que es su alma. La fe en un Dios que es amor, y que se ha hecho cercano al hombre encarnándose y donándose El mismo en la cruz para salvarnos y volver a abrirnos las puertas del Cielo, indica de manera luminosa que sólo en el amor consiste la plenitud del Hombre. (...)
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