DOCTRINA Y VIDA



Natividad de la Santísima Virgen María
Por Concha Campá
 
Todos los padres piensan, cuando nace un hijo, que es incomparable. También debieron de pensarlo San Joaquín y Santa Ana cuando nació María y ciertamente no se equivocaban. Todas las generaciones la llaman bienaventurada.

“Que se alegre tu Iglesia, Señor (…), y se goce en el nacimiento de la Virgen María, que fue para el mundo esperanza y aurora de salvación”, reza una oración en la Misa de esta fiesta que se celebra el 8 de septiembre.


La devoción a la Madre de Dios es la más universal, amada y agradecida por todos los hijos de la Iglesia, tenemos una Madre, María que nos ama, nos cuida, nos protege, nos acompaña en nuestro diario caminar y nos defiende de tantos peligros  como nos amenazan en este mundo.

Dios Padre, al contemplar a María recién nacida, se alegró con una alegría infinita al ver a una criatura humana sin el pecado de origen, llena de gracia, purísima, destinada a ser la Madre de su Hijo para siempre.

Al contemplar la vida normal y corriente de la Santísima Virgen aprendemos a obrar de tal modo que vivamos nuestra vida diaria de cara a Dios, a servir a los demás sin ruido, sin hacer valer los propios derechos, a terminar bien el trabajo que tenemos entre manos.
En este mes tan lleno de fiestas de la Santísima Virgen amemos a Jesús a través del amor a María. 

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