
Por Sonia A. Muñoz F. MD
El ser humano es un ser social por naturaleza. No podría vivir sin su familia que le da amor, cuidados para crecer, formarse y lo acepta tal como es. Tampoco podría vivir sin la sociedad civil, que lo provee de los múltiples bienes que necesita para la supervivencia. Ese arte de relacionarse bien consigo mismo y con los demás, es lo que se llama el bien común.
Este bien común tiene tres componentes indispensables que necesitamos satisfacer en nuestra red de relaciones y son: el bienestar material, la paz y los valores.
El bienestar material, lo componen todos los elementos necesarios para vivir dignamente, como los alimentos, la vivienda, el vestido y los servicios sociales, como la salud y la educación, entre otros.
Los valores son aquellas cualidades que vemos en otros, que admiramos y que nos gustaría imitar.
La paz, es un término que viene del vocablo latino 'pax', y que significa "estado de tranquilidad y calma, ausencia de violencia, sosiego del espíritu, concordia voluntaria”.
Es en este punto donde la paz se relaciona contigo, conmigo y con todos, porque la paz es un estado del alma (cuyas potencias son la inteligencia y la voluntad), que no funciona en forma eficiente cuando es impuesta, ni obligada; sino cuando entiendo que se trata de una decisión voluntaria que me impulsa a actuar teniendo en cuenta a los demás.
No debemos perderla, porque quedaríamos bajo los efectos de la violencia y de las tensiones.
Recordemos también que “el mayor atentado contra la paz, es el miedo”, que nos paraliza y no nos deja actuar; reemplaza el “¿qué puedo hacer?” por el “¿qué me pueden hacer?”.
Y ya en la vida cotidiana, valdría la pena revisar si estoy atentando contra la paz, cuando digo “yo no le hago mal a nadie” o “por mí nunca se forma una pelea”; pues “la paz a cualquier precio” es muchas veces una forma velada de agresividad pasiva o de evitación de una sana confrontación.
Y ya en la vida cotidiana, valdría la pena revisar si estoy atentando contra la paz, cuando digo “yo no le hago mal a nadie” o “por mí nunca se forma una pelea”; pues “la paz a cualquier precio” es muchas veces una forma velada de agresividad pasiva o de evitación de una sana confrontación.
Vale la pena, preguntarnos: ¿Cuál es la relación de hoy entre la paz y yo?, procurando que la respuesta sea: yo trabajo a diario en tener paz interior y la irradio a los demás, en mis gestos y en mi comunicación.
¿Cómo contribuyo con la paz de mi comunidad y del mundo?...
La respuesta estará reflejada en mis acciones y oraciones.
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