Por Concepción Campá
El mes de noviembre lo dedica la Iglesia a las Almas del Purgatorio ofreciendo sufragios para que puedan cuanto antes purificarse y ser admitidas en el Cielo.
El Purgatorio es una muestra de la misericordia infinita del Señor, que quiere que todos los hombres se salven. Muchas personas mueren sin ningún pecado mortal, por la gracia de Dios, pero sin estar suficientemente purificadas de sus pecados. Y como en el Cielo “no puede entrar nada sucio”, como dice el Apocalipsis, sus almas han de limpiarse para ser admitidas en la visión de Dios, es decir, en el Cielo.
Esta es la finalidad del Purgatorio, del que San Josemaría Escrivá afirmaba: ”…no es una pena, sino una necesidad para el alma que está en pecado. Es una muestra del amor de Dios que me gusta comparar al cariño de una madre que coge al niño, y lo mete en agua y lo enjabona y lo perfuma y lo arregla, ¡y al fin el crío está hecho un cielo!”.
Pero las almas del Purgatorio ya no pueden hacer nada por sí mismas para llegar al Cielo, en cambio sí pueden ayudarnos mucho a los que todavía estamos en la tierra, intercediendo ante Dios por nosotros.
Es dogma de fe que el Santo Sacrificio de la Misa y las indulgencias, oraciones, limosnas, sacrificios, ayunos, etc., que ofrecemos por un difunto en concreto o por todas las almas que lo necesiten, les sirven de gran consuelo y les ayudan a mitigar el rigor de sus penas.
Seamos muy amigas de las almas del Purgatorio y saldremos ganando todos.
Seamos muy amigas de las almas del Purgatorio y saldremos ganando todos.
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