A principios de noviembre domina el tema de las reinas de belleza, cosa que motiva a muchas mujeres a desempolvar su vanidad, a cuidar su figura y poner más esmero en su propio arreglo personal. Y eso es bueno, pues la propia imagen no puede abandonarse a ninguna edad y en ninguna circunstancia normal de la vida.
Todas somos reinas para alguien y nuestro físico contribuye mucho para hacer de nuestro entorno un lugar más decoroso. Somos parte importante del panorama que tienen que mirar a diario las personas con las que convivimos. Si cada mañana comenzamos por ponernos una sonrisa sincera y unas prendas bien cuidadas y combinadas con gracia, podemos ofrecerle a los demás el regalo de un aspecto gratificante.
Una mujer abandonada, desanima; una mujer compuesta, resulta siempre estimulante. Es muy cierto que con su manera de arreglarse, la mujer marca el tono en su ambiente y determina la calidad del trato hacia ella.
Mas estos reinados mediatizados influyen también en que miles de niñitas del país sueñen con llegar a ser modelo en las pasarelas y piensen que lo que les garantizará su felicidad es un cuerpo escultural.
Expliquémosles la diferencia entre mostrarse y arreglarse, entre buscar ser mirada y desear ser admirada.
Con eso que llevas puesto, ¿cómo te miran? ¿cómo un objeto, como una mercancía?
Niña, ¡que puedan mirarte a los ojos y admirarte con respeto, sin deseos egoístas, con alabanza!
Toda mujer quiere lucir bella, o al menos, lo mejor posible. Sí, todas queremos agradar. Pero tú, ¿cómo quieres tú gustar?
No quieras gustar y provocar como un postre que se prueba y luego se disfruta otro. ¡No quieras gustar ofreciéndote como un juguete! No te rebajes. Tú eres una persona, única e irrepetible en este mundo, y tienes una gran valía que se basa en muchísimo más que en ciertas medidas corporales.
Todas somos reinas para alguien y nuestro físico contribuye mucho para hacer de nuestro entorno un lugar más decoroso. Somos parte importante del panorama que tienen que mirar a diario las personas con las que convivimos. Si cada mañana comenzamos por ponernos una sonrisa sincera y unas prendas bien cuidadas y combinadas con gracia, podemos ofrecerle a los demás el regalo de un aspecto gratificante.
Una mujer abandonada, desanima; una mujer compuesta, resulta siempre estimulante. Es muy cierto que con su manera de arreglarse, la mujer marca el tono en su ambiente y determina la calidad del trato hacia ella.
Mas estos reinados mediatizados influyen también en que miles de niñitas del país sueñen con llegar a ser modelo en las pasarelas y piensen que lo que les garantizará su felicidad es un cuerpo escultural.
Expliquémosles la diferencia entre mostrarse y arreglarse, entre buscar ser mirada y desear ser admirada.
Con eso que llevas puesto, ¿cómo te miran? ¿cómo un objeto, como una mercancía?
Niña, ¡que puedan mirarte a los ojos y admirarte con respeto, sin deseos egoístas, con alabanza!
Toda mujer quiere lucir bella, o al menos, lo mejor posible. Sí, todas queremos agradar. Pero tú, ¿cómo quieres tú gustar?
No quieras gustar y provocar como un postre que se prueba y luego se disfruta otro. ¡No quieras gustar ofreciéndote como un juguete! No te rebajes. Tú eres una persona, única e irrepetible en este mundo, y tienes una gran valía que se basa en muchísimo más que en ciertas medidas corporales.
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