VARIEDADES

Cambios extremos 
por Martha Olga Botero

No lo podemos negar; cuesta retornar a la normalidad después de la Navidad, esa época de euforia espiritual y material durante la cual la decoración de los hogares, de los negocios y de toda la ciudad cambia, al igual que la música y el ritmo de vida.
Pareciera que en diciembre brotara de la tierra un encanto que no se puede comparar con nada. Claro, es la magia de la Navidad que lo envuelve todo y a todos, creyentes y no creyentes. Todos respiramos ese mismo aire y cómo se lamenta que, pasada la fiesta de Reyes, haya que volver a lo de siempre.

Ahora comienza otro trajín, el de poner la casa en orden. Vuelve la danza de las cajas y la cinta de empacar. Sacudimos - con nostalgia - uno a uno, los adornos navideños y, en cuanto se desbarata el pesebre y el árbol, es como si se derrumbara una ilusión. Todo llega y todo pasa: las novenas, las reuniones en familia, las visitas, los aguinaldos, el bullicio… En la medida en que se van llenando las cajas, la casa palidece y los espacios se ven vacíos. Realmente es un cambio extremo.
Para que la casa no se note tan vacía, se pueden poner floreros naturales de mucho colorido y de hojas verdes, y podemos dejar algunos cojines de color en los sofás.
Pero lo más importante es la sonrisa en el rostro.

¡Que no empaquemos la alegría, ni las ilusiones! También la vida corriente tiene su encanto, y muy grande, y nuestros deberes cotidianos son precisamente aquello con lo cual nos vamos a ganar el cielo, si sabemos hacerlo todo con amor.

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