FAMILIA

Propósito: Alegría
por  Elizabeth Aguilar
 
Hasta la fecha no he conocido a alguien que fuese tan alegre como lo fue mi esposo. Cuando falleció, me propuse hacer de mis hijos unas personas muy alegres. Cometí algunos errores en mi proyecto, como mi propósito de no llorar delante de ellos, lo cual provocó que mi hijo Juan Pablo pensara que yo no extrañaba a su padre. Afortunadamente lo corregí a tiempo y aprendimos que en ocasiones podemos llorar si nos sentimos tristes, pero que hay que animarse pronto y buscar la alegría.
No me consideraba tan alegre como mi esposo, pero siempre que alguno de los chicos se tornaba triste por algún asunto, le hacía ver la parte positiva para que él mismo superara la dificultad y sonriera nuevamente.
Mi esposo y yo éramos conscientes de que la verdadera alegría, no estaba solo en lo material, sino en los pequeños detalles, en el amor y la unión familiar.

“La alegría que debes tener no es esa que podrías llamar fisiológica”- dice san Josemaría en su libro Camino, “sino otra sobrenatural que procede de abandonar todo y abandonarte en los brazos de Dios”.
Es importante inculcarles a los hijos que le confíen todo a Dios. Si tenemos a Dios presente, El nos da la fortaleza para salir adelante frente a una dificultad y le devuelve la alegría a nuestro corazón.
Formar hijos alegres, optimistas, que sepan reír y ver el lado divertido de las cosas, es una tarea seria que los padres deben iniciar cuanto antes. En un hogar acogedor y alegre todo se pasa mejor, todos encuentran un refugio de paz al llegar.
La verdadera alegría es la que te embarga aunque carezcas de algunas cosas materiales o te encuentres lejos de las personas que amas. La verdadera alegría solo la encuentras en Dios.

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