El orden facilita la elegancia
Para verse siempre bien arreglada no bastan ni un rostro bonito, ni un cuerpo sano, ni mucho dinero para comprar maquillaje, vestidos y accesorios. Se necesitan buenos hábitos que generalmente se adquieren en la niñez y adolescencia, en el propio hogar, bajo la dirección de la mamá, repitiendo ciertas rutinas en los mil pequeños detalles de la vida cotidiana.
Sin que el orden sea la virtud más importante de todas, a una persona ordenada sí se le facilita mucho más perfeccionar su imagen personal, pues en medio del caos difícilmente se cultiva la elegancia.
Cuando - por descuido - a última hora se descubre que el dobladillo de la falda está desprendido, que a la blusa la falta un botón y que las demás están arrugadas, que los zapatos están sucios y un tacón desgastado, que la chaqueta aún está en la lavandería, que el collar no trae sino un solo arete compañero, que las llaves no aparecen por ninguna parte... pues, la ofuscación y el cansancio dificultarán estar serena y radiante para acudir a la cita, bien sea de trabajo o de tipo social.
Por eso sugiero que en este mes de mayo demos un aplauso a las mamás que nos inculcaron el orden; a todas las mamás que luchan a diario, por una parte, por ser ordenadas, organizadas y puntuales ellas mismas, y por otra, por mantener en perfecto estado toda la casa, por mandar a sus hijos pulcros y bien vestidos al colegio a diario y por enseñarles durante años, con una paciencia infinita, a cuidar su ropa y todas sus pertenencias. Ellas lo habrán logrado no solo cuando las adolescentes arreglen y despejen alguna vez su propio armario, sino cuando lo mantengan en orden permanentemente y dé gusto ver la delicadeza con la que cuidan sus cosas.
Sin ser meticulosas, ni rígidas, el dar a cada cosa la importancia y el espacio que corresponde, a cada cosa su sitio, a cada actividad su momento, nos permite vivir con tranquilidad y paz. El orden de las cosas que usamos y nuestra imagen personal serán siempre un reflejo del orden y estado en que mantenemos nuestras ideas, nuestros sentimientos y emociones.
Sin que el orden sea la virtud más importante de todas, a una persona ordenada sí se le facilita mucho más perfeccionar su imagen personal, pues en medio del caos difícilmente se cultiva la elegancia.
Cuando - por descuido - a última hora se descubre que el dobladillo de la falda está desprendido, que a la blusa la falta un botón y que las demás están arrugadas, que los zapatos están sucios y un tacón desgastado, que la chaqueta aún está en la lavandería, que el collar no trae sino un solo arete compañero, que las llaves no aparecen por ninguna parte... pues, la ofuscación y el cansancio dificultarán estar serena y radiante para acudir a la cita, bien sea de trabajo o de tipo social.
Por eso sugiero que en este mes de mayo demos un aplauso a las mamás que nos inculcaron el orden; a todas las mamás que luchan a diario, por una parte, por ser ordenadas, organizadas y puntuales ellas mismas, y por otra, por mantener en perfecto estado toda la casa, por mandar a sus hijos pulcros y bien vestidos al colegio a diario y por enseñarles durante años, con una paciencia infinita, a cuidar su ropa y todas sus pertenencias. Ellas lo habrán logrado no solo cuando las adolescentes arreglen y despejen alguna vez su propio armario, sino cuando lo mantengan en orden permanentemente y dé gusto ver la delicadeza con la que cuidan sus cosas.
Sin ser meticulosas, ni rígidas, el dar a cada cosa la importancia y el espacio que corresponde, a cada cosa su sitio, a cada actividad su momento, nos permite vivir con tranquilidad y paz. El orden de las cosas que usamos y nuestra imagen personal serán siempre un reflejo del orden y estado en que mantenemos nuestras ideas, nuestros sentimientos y emociones.
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