FAMILIA

Menos regalos, más tiempo
por  Elizabeth Aguilar
 
¿Cuánto vale una hora de tu tiempo, papá? – Se volvió tristemente célebre la frase del niño que con esas palabras le ofrece su alcancía al papá…

El padre de este pequeño es prototipo de tantos padres y madres de hoy, que se pasan la vida en una continúa competencia, trabajando por conseguir  carro último modelo, apartamento o casa en el lugar más exclusivo, el colegio más caro y de renombre, sin averiguar si les conviene a sus hijos. Compran para ellos y para los hijos los celulares, computadores y juegos de última tecnología cada año. Buscan el club social más importante, una gran casa de campo y reservan vacaciones en un destino costoso y de moda. Pasan de especialización en especialización, porque los títulos dan prestigio y se gana más.


No es malo tener aspiraciones, deseos de superación y proporcionarle a la familia lo mejor. Lo grave es cuando se hace con el afán de aparentar o el deseo desenfrenado de comprar y exhibir lo más novedoso, creyendo que la felicidad está en tener lo “in”. Esto hace que se trabaje en exceso y se estudie todo el tiempo, en detrimento del tiempo debido a los hijos, que no ven a sus padres sino un rato el fin de semana, si acaso no tienen un congreso o un seminario.
Para suplir su ausencia, los papás los llenan de regalos en cualquier época del año, los matriculan en múltiples cursos extracurriculares o los mandan a fiestas, a las cuales los chicos asisten acompañados por la empleada del hogar, la nana o el conductor.


¡Niños huérfanos de padres vivos!  Pronto habrán crecido, tendrán su propia familia y tampoco tendrán tiempo, pues iniciarán la misma competencia de consumo que aprendieron de sus padres, quienes entretanto se habrán jubilado y estarán muy solos, lamentándose de no haber vivido más de cerca y gozado la infancia de sus hijos.
La fortuna más grande es la propia familia. El tiempo que le proporcionemos rendirá los mejores frutos.

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