FAMILIA

Darle sentido a la vida
por  Elizabeth Aguilar
 
Me disponía a adornar mi casa de Navidad, recordando con nostalgia lo segura que estaba de compartir con mi hijo menor estas fiestas en nuestro nuevo apartamento. Pero Dios tenía otros planes; él fue llamado de la capital para realizar sus prácticas universitarias en un canal de televisión.

Aquel día se encontraba en casa una joven señora que me colabora en ocasiones con el aseo y que tiene dos pequeñas niñas a quienes saca adelante sola, ya que el padre las abandonó. Cuando le pregunté si les había adornado la casa de Navidad, me contestó con tristeza que nunca ha tenido para colocarles un solo adorno, pues el dinero no le alcanza. Inmediatamente sentí el impulso de regalarle un lindo nacimiento que tenia de más, un pequeño arbolito, luces, un par de maracas entre otras cosas, para que cantaran sus villancicos. Todo lo anterior le dio gran sentido a mi vida, especialmente cuando ella se despidió cargando sus adornos, con una cara de alegría que iluminó mí tarde.

Sucesivamente se fueron dando acontecimientos especiales, como el poder invitar a mi abuelita a casa después de muchos años de no poderlo hacer, pues ella, en silla de ruedas, no podía subir sin ascensor los cinco pisos de mi anterior apartamento; también lo hizo su querida hermana quien se encuentra en las mismas condiciones y pasó una tarde muy feliz, recordando, cantando las canciones de su juventud y comiendo sus antojos preferidos.

El día que acudieron varios miembros de la familia para – como es costumbre en Colombia - rezar ante el pesebre la Novena al Niño Jesús, quise compartirles la historia del primer nacimiento viviente cuyo autor fue San Francisco de Asís; todos, tanto niños como mayores, escucharon con atención y algunos con asombro la historia.

El 24 de diciembre, cuando nos disponíamos a desearnos una feliz Navidad en familia, se me ocurrió tomar en brazos al Niño Jesús que tengo en la mesa de la sala y pasárselos para que cada uno le diera un beso, lo cual hicieron agradecidos, con mucho amor y gran naturalidad.

Son estas pequeñas anécdotas y otras más, las que dieron gran sentido a mi Navidad y a mi vida, y sé que también a muchas personas con quienes tuve la suerte de compartir.

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