Empezamos el año celebrando la fiesta de Santa María Madre de Dios y también el Papa Francisco recomenzó su catequesis de los miércoles hablando sobre Ella y en general sobre las madres.
“Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual…”
Y lamenta que -aunque haya poesías que exalten a la madre- , en la vida diaria las madres son poco escuchadas y su trabajo y sacrificio por los hijos poco valorado.
“…Sería necesario comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en familia; sería necesario entender mejor a qué aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación. Una madre con los hijos tiene siempre problemas, siempre trabajo…”
Incluso habla de un “martirio materno”, citando palabras de Mons. Arnulfo Romero: «Dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal concibe en su seno a su hijo, da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida – y éstas son las madres. Es martirio.» Hasta ahí la cita, y prosigue el Papa: “La elección de vida de una madre es la elección de dar vida”, repite el Papa, “ y esto es grande, esto es bello”.
“Una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Las madres a menudo transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin muchas explicaciones: éstas vendrán después, pero la semilla de la fe está en esos primeros, preciosísimos momentos. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo.”
Como el Papa Francisco, agradecemos a las madres: “Queridas madres, gracias, gracias por lo que son en la familia y por aquello que dan a la Iglesia y al mundo…”
“Toda persona humana debe la vida a una madre y casi siempre debe a ella mucho de la propia existencia sucesiva, de la formación humana y espiritual…”
Y lamenta que -aunque haya poesías que exalten a la madre- , en la vida diaria las madres son poco escuchadas y su trabajo y sacrificio por los hijos poco valorado.
“…Sería necesario comprender más su lucha cotidiana para ser eficientes en el trabajo y atentas y afectuosas en familia; sería necesario entender mejor a qué aspiran para expresar los frutos mejores y auténticos de su emancipación. Una madre con los hijos tiene siempre problemas, siempre trabajo…”
Incluso habla de un “martirio materno”, citando palabras de Mons. Arnulfo Romero: «Dar la vida no es sólo que lo maten a uno; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber, en aquel silencio de la vida cotidiana, ir dando la vida, como la da la madre que sin aspavientos, con la sencillez del martirio maternal concibe en su seno a su hijo, da a luz, da de mamar, hace crecer, cuida con cariño a su hijo. Es dar la vida – y éstas son las madres. Es martirio.» Hasta ahí la cita, y prosigue el Papa: “La elección de vida de una madre es la elección de dar vida”, repite el Papa, “ y esto es grande, esto es bello”.
“Una sociedad sin madres sería una sociedad deshumana, porque las madres siempre saben testimoniar incluso en los peores momentos, la ternura, la dedicación, la fuerza moral. Las madres a menudo transmiten también el sentido más profundo de la práctica religiosa: en las primeras oraciones, en los primeros gestos de devoción que un niño aprende, se inscribe el valor de la fe en la vida de un ser humano. Es un mensaje que las madres creyentes saben transmitir sin muchas explicaciones: éstas vendrán después, pero la semilla de la fe está en esos primeros, preciosísimos momentos. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo.”
Como el Papa Francisco, agradecemos a las madres: “Queridas madres, gracias, gracias por lo que son en la familia y por aquello que dan a la Iglesia y al mundo…”
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