por Elizabeth Aguilar
Cuando mis dos hijos mayores estaban pequeños, se contagiaron de varicela precisamente en época de Navidad. No podíamos asistir a las tradicionales novenas del Niño Dios, ni con los vecinos ni en casa de los familiares. Mi esposo llegaba temprano a casa, siempre con el buen humor que le caracterizaba, trayendo golosinas para todos, rezábamos la novena frente a nuestro pesebre y cantábamos villancicos con los chicos. Afortunadamente pude quedarme en casa cuidándolos, leyéndoles cuentos navideños y viendo películas bonitas, horneaba galletas y pasteles y realizábamos actividades divertidas.
El 24 acostumbrábamos asistir casa de mi suegra para pasar la Nochebuena en familia, pero tampoco fue posible: los niños seguían brotados y enfermos. Tuvimos que quedarnos en casa. Preparé una deliciosa cena dándole gusto a todos los paladares, teníamos todo decorado y debajo del árbol de Navidad reposaban los regalos del Niño Dios y los presentes que el resto de la familia envió. Nos divertimos mucho, rezando nuestra novena frente al pesebre, cantando villancicos, mi esposo me sacó a bailar; los chicos habían empacado, fuera de sus presentes para la familia, otros paquetes con bromas y al final, mamá les rifó una caja sorpresa llena de sencillos detalles que había reunido durante el Adviento. Al final todos quedaron felices porque el ganador compartió su caja con el resto de la familia. Nuestros parientes estaban tristes por nosotros, pero en realidad pasamos dichosos esa Nochebuena.
En otra ocasión, uno de mis hijos enfermó de bronquitis precisamente la noche de Año Nuevo. Estábamos invitados a una fiesta, mis padres llevaron ahí a mis otros hijos (pues mi esposo ya había fallecido) y yo me quedé tratando de bajar la fiebre a mi hijo enfermo. Al fin tuve que llevarlo a urgencias pues la fiebre no cedía; así que ese fue el lugar donde recibimos el Año Nuevo, nos abrazamos y besamos y deseamos un feliz año a otros enfermos y acompañantes, también al personal médico. Cuando al día siguiente alguien le comentó a mi hijo : “¡qué tan de malas tú!”, su respuesta fue: “¿Por qué de malas? Si pasé muy feliz anoche con la persona que más amo en el mundo, mi mamita.”
Para que estas fiestas tan entrañables sean inolvidables deben primar el amor, la unión familiar y la alegría aún en los momentos difíciles.
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