
por Eva María de Trujillo
La figura paterna deja honda huella en el corazón de las niñas. Ese papá inmenso, fuerte, seguro, protector, bondadoso, nunca dejará de ser su héroe. Será siempre el hombre más importante en su vida; será referente para valorar a los demás hombres que crucen su camino. ¡Afortunadas todas las que tuvieron un papá en quien pudieron confiar, y ojalá a ninguna niña le falte! El padre es decisivo para nuestra capacidad de depositar fe y confianza en otra persona; es decisivo en nuestra autoestima.
A las niñas suelen vestirlas las mamás y son ellas quienes orientan su sentido estético a través del ejemplo que dan, pero es la mirada aprobadora de papá la que hace que la chiquilla se convierta en princesa. Un comentario o gesto acertado suyo ayuda a la hija a ser más consciente de su feminidad y a desarrollarla.
“Mi niña bonita, ¡más hermosa que Blancanieves con ese vestido!,” y si él le regala los zapatos compañeros, la niña no se los quitará en mucho tiempo. Su opinión masculina importa, porque la niña necesita sentirse admirada y saber que él está orgulloso de ella.
Aunque durante la difícil adolescencia, como es normal, se enfríe la tierna relación padre-hija, y aunque ella parezca retraerse y su gran admiración por papá aparentemente merme, es importante que pueda seguir contando con el afecto y respaldo de un padre presente, atento, cercano. Su presencia mejora la imagen que la joven tiene de sí misma y la hará más consciente de su propio valor, más exigente al relacionarse con muchachos. Inconscientemente esperará de su futuro esposo un trato por lo menos igual de respetuoso y cariñoso como lo ha visto de su padre hacia su madre.
Y aunque en esos años adolescentes ella no lo exprese, la opinión ética del papá importa mucho ante cualquier decisión que ella tome, igual que la opinión estética de papá sobre su arreglo personal. El comentario de papá ayuda a construir su identidad de mujer. Lo que la fortalece es saber que él está ahí para ella.
Cuando el día de la boda llegue el momento histórico del primer baile con la novia, ésta estará por siempre inmensamente agradecida por haberse podido hacer mujer bajo la mirada de papá.
A las niñas suelen vestirlas las mamás y son ellas quienes orientan su sentido estético a través del ejemplo que dan, pero es la mirada aprobadora de papá la que hace que la chiquilla se convierta en princesa. Un comentario o gesto acertado suyo ayuda a la hija a ser más consciente de su feminidad y a desarrollarla.
“Mi niña bonita, ¡más hermosa que Blancanieves con ese vestido!,” y si él le regala los zapatos compañeros, la niña no se los quitará en mucho tiempo. Su opinión masculina importa, porque la niña necesita sentirse admirada y saber que él está orgulloso de ella.
Aunque durante la difícil adolescencia, como es normal, se enfríe la tierna relación padre-hija, y aunque ella parezca retraerse y su gran admiración por papá aparentemente merme, es importante que pueda seguir contando con el afecto y respaldo de un padre presente, atento, cercano. Su presencia mejora la imagen que la joven tiene de sí misma y la hará más consciente de su propio valor, más exigente al relacionarse con muchachos. Inconscientemente esperará de su futuro esposo un trato por lo menos igual de respetuoso y cariñoso como lo ha visto de su padre hacia su madre.
Y aunque en esos años adolescentes ella no lo exprese, la opinión ética del papá importa mucho ante cualquier decisión que ella tome, igual que la opinión estética de papá sobre su arreglo personal. El comentario de papá ayuda a construir su identidad de mujer. Lo que la fortalece es saber que él está ahí para ella.
Cuando el día de la boda llegue el momento histórico del primer baile con la novia, ésta estará por siempre inmensamente agradecida por haberse podido hacer mujer bajo la mirada de papá.