Así debe ser atendido el enfermo y el anciano en la familia: que no extrañe a su mamá si ya no la tiene.
Esa tarea le corresponde a todos con quienes ha compartido su vida, a quienes le ha entregado sus mejores años y quienes han inspirado sus mejores ilusiones.
Es el hogar donde debemos estar pendientes unos de otros para tener ambiente de familia. Contar unos con otros asegura a cada uno un espacio físico y un lugar en sus corazones. En la familia somos apoyo, ayuda, compañía, ejemplo.
¿Estamos dispuestos a serlo en las buenas y en las malas?
¿Hemos aprendido la lección del amor o acaso la familia solo está para servirme?
En el hogar, el amor es la fuerza. En los momentos difíciles, aquellos que fueron nuestro soporte nos necesitan más que antes; aquel que está acostumbrado a manejar su tiempo y su vida se convierte de un día para otro en un ser totalmente dependiente que necesita ser atendido, cuidado, amado, como hijo en brazos de su madre, sin que se sienta un estorbo.
No aceptemos en nuestro corazón ni con nuestros actos la "cultura del descarte". Que jamás se sienta rechazado quien nos ama y requiere de nuestra ayuda, nuestro amor, nuestra dedicación. Veamos en cada persona su valor como ser humano, respetemos la vida, ya que cada día es ocasión de acercarnos y acercar a otros más a Dios.
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