DOCTRINA Y VIDA

FILIACIÓN DIVINA, UN GRAN REGALO
por Concepción Campá

Con la fiesta del Bautismo de Jesús se finaliza el tiempo de Navidad que siempre nos parece corto. ¿Qué nos recuerda esta fiesta? 
Nada menos que la realidad más misteriosa que sobrepasa las maravillas que puede soñar la imaginación humana: la filiación divina. 
Somos hijos de Dios. 
Por la gracia del Bautismo hemos sido incorporados a la familia de Dios, participamos de la naturaleza divina. Por esto es tan importante bautizar a los niños cuanto antes.
Y por ser adoptados por Dios como hijos suyos, somos también hijos de su Madre, Santa María. Nos llenamos de alegría cuando repetimos: “Dios te salve, Reina y Madre, madre de misericordia…”
Cuando contemplamos el misterio de la filiación divina, hay algo que nos hace adorar en silencio lo que el entendimiento no puede comprender: es la caridad divina, el amor paternal, infinito, que Dios tiene a cada uno de nosotros.
El solo pensar a diario en esta realidad nos llena de confianza y nos da un nuevo sentido de la vida.
En el libro ‘Es Cristo que Pasa’, n.144, san Josemaría Escrivá nos dice: 
“¿Cómo es posible darnos cuenta de eso, advertir que Dios nos ama, y no volvernos también nosotros locos de amor? Es necesario dejar que esas verdades de nuestra fe vayan calando en el alma, hasta cambiar toda nuestra vida.”
En febrero seguiremos con este tema.

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