DOCTRINA Y VIDA


Una anécdota sorprendente
Por  Concepción Campa

Dentro de las actividades del Año de la Fe se nos propuso conocer vidas de los Santos. Encontré este relato de Santa Teresita de Lisieux:
“A fin de avivar mi celo por las almas, Dios me mostró que mis deseos le eran agradables. Oí de un gran criminal que acababa de ser condenado a muerte por sus horribles crímenes. Todo hacía creer que moriría impenitente. Me propuse a toda costa impedir que cayera en el infierno. Para conseguirlo empleé todo el medio imaginable. Sabiendo que por mí misma nada podía, ofrecí a Dios todos los méritos infinitos de nuestro Señor, los tesoros de la santa Iglesia. Por último, supliqué a Celina (una de sus hermanas) que mandase decir una misa por mis intenciones, no atreviéndome a encargarla yo misma por temor a verme obligada a decir que era por Pranzini, el gran criminal. "Al día siguiente de su ejecución, cayó en mis manos el periódico La Croix. Lo abrí apresuradamente,  ¿Y qué fue lo que vi…? Las lágrimas traicionaron mi emoción y tuve que esconderme… Pranzini no se había confesado, había subido al cadalso, y se disponía a meter la cabeza en el agujero cuando, de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡ y besó por tres veces sus llagas sagradas…! Después su alma voló a recibir la sentencia misericordiosa de Aquel que dijo que habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. (…) Mi oración fue escuchada al pie de la letra”.

Todos podemos tener más o menos cerca un pequeño Pranzini al que queremos acercar a Dios. Acabamos de leer el poder de la oración. Recemos, recemos mucho y recemos bien.

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