Por Lily Mosquera de Jensen
Es lamentable cómo la civilización ha ido acabando con la reunión familiar para conversar y compartir el diario discurrir y es asombroso cómo las familias se desintegran y los niños y jóvenes, cada día mas, se pierden en las malas costumbres.
Como cocinera que soy, siempre hilo la vida familiar con la comida y descubro que alrededor de la mesa del comedor se tejen las oportunidades de prestar atención, de enseñar, de trasmitir, de dar ejemplo. Los momentos de las comidas son los ideales para escuchar a cada niño, preguntarle sobre sus actividades del día, sus logros, sus alegrías y también sus malos ratos, sus disgustos o problemas.
Es la ocasión apropiada para enseñarles buen comportamiento, tanto en lo que se refiere a los modales en la mesa como a la formación sobre los principios valiosos, como es la solidaridad, la comprensión, la honestidad, el respeto por los demás. Es el momento para que el padre y la madre eduquen con su ejemplo. El 70% de la educación de un niño se obtiene a través del ejemplo. Si el papá cuenta sobre sus experiencias en los negocios y demuestra cómo la honestidad es primordial en su manera de actuar, si la mamá narra cómo ayudó, ese día, a algún compañero de trabajo que estaba necesitado, los niños van aprendiendo la importancia de la rectitud y el significado de la consideración.
Si hay una conversación grata y amena, los niños guardarán el buen recuerdo de la reunión familiar y, cuando ellos estén grandes, buscarán de nuevo esos encuentros llenos de calor de hogar. Algunas familias tienen la costumbre de elevar una oración a Dios, para que bendiga los alimentos, antes de comer. Este bonito ritual, que puede convertirse en tradición, trasmite a los niños la importancia de la presencia de Dios en nuestras vidas.
Como cocinera que soy, siempre hilo la vida familiar con la comida y descubro que alrededor de la mesa del comedor se tejen las oportunidades de prestar atención, de enseñar, de trasmitir, de dar ejemplo. Los momentos de las comidas son los ideales para escuchar a cada niño, preguntarle sobre sus actividades del día, sus logros, sus alegrías y también sus malos ratos, sus disgustos o problemas.
Es la ocasión apropiada para enseñarles buen comportamiento, tanto en lo que se refiere a los modales en la mesa como a la formación sobre los principios valiosos, como es la solidaridad, la comprensión, la honestidad, el respeto por los demás. Es el momento para que el padre y la madre eduquen con su ejemplo. El 70% de la educación de un niño se obtiene a través del ejemplo. Si el papá cuenta sobre sus experiencias en los negocios y demuestra cómo la honestidad es primordial en su manera de actuar, si la mamá narra cómo ayudó, ese día, a algún compañero de trabajo que estaba necesitado, los niños van aprendiendo la importancia de la rectitud y el significado de la consideración.
Si hay una conversación grata y amena, los niños guardarán el buen recuerdo de la reunión familiar y, cuando ellos estén grandes, buscarán de nuevo esos encuentros llenos de calor de hogar. Algunas familias tienen la costumbre de elevar una oración a Dios, para que bendiga los alimentos, antes de comer. Este bonito ritual, que puede convertirse en tradición, trasmite a los niños la importancia de la presencia de Dios en nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario