Un valioso regalo de amistad se recibe cuando le dicen a uno la verdad, la pura verdad, sin maquillarla, así, escueta, para que quede bien claro. Lo que más aprecio en una buena amiga es que sea sincera, que sea buena consejera y me ayude a corregir mis defectos, aún a riesgo de dejarme perpleja por unos momentos.
Eso vale para todas los errores que cometo, tanto mis faltas de carácter y las de caridad, como las de protocolo, de etiqueta y de imagen personal. Porque ¿para qué me servirían los piropos y elogios hipócritas, si me está dejando estancada con un enorme defecto humano o haciendo el ridículo en este mundo?
Tomar café con una buena amiga, hojeando revistas de moda, no solo es una placentera terapia, sino una fuente de claridad ante interrogantes de la moda actual.
La buena amiga querrá mi propio bien y me dirá con sinceridad qué me queda y qué no; aspirará a que me vista con gusto y señorío de acuerdo a la posición y edad que tengo, desea que vista de acuerdo a mi estilo y en coherencia con mis principios, a la moda pero sin perder mi personalidad, y tratará de ayudarme a que me vea lo mejor posible dentro de mis circunstancias concretas.
Eso que “se lleva ahora” y es el mandato de la moda “adolescentizada” de la calle, se puede convertir fácilmente en nuestro peor enemigo: pantalones que parecen leggins, hombros demasiado destapados, escotes no convenientes, faldas cortas que además suben demasiado al sentarse, plataformas inmanejables; o por el contrario, la ropa cómoda que amamos pero que nos hace ver anticuadas, los colores que no nos favorecen, los pantalones que parecen cantinflescos o un peinado anti-diluviano.
Amiga, ¡cómo te agradezco que me digas la verdad!
Eso vale para todas los errores que cometo, tanto mis faltas de carácter y las de caridad, como las de protocolo, de etiqueta y de imagen personal. Porque ¿para qué me servirían los piropos y elogios hipócritas, si me está dejando estancada con un enorme defecto humano o haciendo el ridículo en este mundo?
Tomar café con una buena amiga, hojeando revistas de moda, no solo es una placentera terapia, sino una fuente de claridad ante interrogantes de la moda actual.
La buena amiga querrá mi propio bien y me dirá con sinceridad qué me queda y qué no; aspirará a que me vista con gusto y señorío de acuerdo a la posición y edad que tengo, desea que vista de acuerdo a mi estilo y en coherencia con mis principios, a la moda pero sin perder mi personalidad, y tratará de ayudarme a que me vea lo mejor posible dentro de mis circunstancias concretas.
Eso que “se lleva ahora” y es el mandato de la moda “adolescentizada” de la calle, se puede convertir fácilmente en nuestro peor enemigo: pantalones que parecen leggins, hombros demasiado destapados, escotes no convenientes, faldas cortas que además suben demasiado al sentarse, plataformas inmanejables; o por el contrario, la ropa cómoda que amamos pero que nos hace ver anticuadas, los colores que no nos favorecen, los pantalones que parecen cantinflescos o un peinado anti-diluviano.
Amiga, ¡cómo te agradezco que me digas la verdad!
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