Control de gastos innecesarios
por María Constanza Tafur Mayor
La economía en el hogar puede convertirse en fuente permanente de discordia o de armonía.
Una de las conductas que más influye en el malestar económico de una familia es la presión de la sociedad de consumo. A través de los medios masivos de comunicación nos presenta gran cantidad de productos y servicios, llevándonos a crearnos falsas necesidades.
El satisfacer estas ilusorias necesidades hace que nos endeudemos cada vez más, contribuyendo a deteriorar nuestra situación económica cuando gastamos más de lo que ganamos sin medir las consecuencias.
Si los padres de familia, quienes tienen la responsabilidad de administrar el dinero del hogar, no están firmes y claros en el manejo del presupuesto y terminan cediendo ante las presiones de sus hijos, aceptarán que se realicen gastos innecesarios e insostenibles, lo cual conlleva a vivir situaciones de tensión económica.
Un hogar organizado en sus gastos genera estabilidad y paz en su interior. Es necesaria vivir la templanza para renunciar a aquello que no es conveniente, aunque la sociedad nos lo trate de imponer por moda o consumismo.
El orden o la prioridad de los gastos en el hogar debe ser el siguiente: la alimentación, la salud, la ropa, la vivienda, los servicios, la educación, el ahorro, la diversión y las comodidades cuando el ingreso después de ahorrar nos lo permita.
Los recursos deben distribuirse equitativamente entre los miembros, para que todos tengan la misma importancia e igualdad de oportunidades.
Evitemos las deudas siguiendo el consejo de San Pablo en la Carta a los Romanos (13:8): “No debáis nada a nadie, a no ser el amaros unos a otros”.
La economía en el hogar puede convertirse en fuente permanente de discordia o de armonía.
Una de las conductas que más influye en el malestar económico de una familia es la presión de la sociedad de consumo. A través de los medios masivos de comunicación nos presenta gran cantidad de productos y servicios, llevándonos a crearnos falsas necesidades.
El satisfacer estas ilusorias necesidades hace que nos endeudemos cada vez más, contribuyendo a deteriorar nuestra situación económica cuando gastamos más de lo que ganamos sin medir las consecuencias.
Si los padres de familia, quienes tienen la responsabilidad de administrar el dinero del hogar, no están firmes y claros en el manejo del presupuesto y terminan cediendo ante las presiones de sus hijos, aceptarán que se realicen gastos innecesarios e insostenibles, lo cual conlleva a vivir situaciones de tensión económica.
Un hogar organizado en sus gastos genera estabilidad y paz en su interior. Es necesaria vivir la templanza para renunciar a aquello que no es conveniente, aunque la sociedad nos lo trate de imponer por moda o consumismo.
El orden o la prioridad de los gastos en el hogar debe ser el siguiente: la alimentación, la salud, la ropa, la vivienda, los servicios, la educación, el ahorro, la diversión y las comodidades cuando el ingreso después de ahorrar nos lo permita.
Los recursos deben distribuirse equitativamente entre los miembros, para que todos tengan la misma importancia e igualdad de oportunidades.
Evitemos las deudas siguiendo el consejo de San Pablo en la Carta a los Romanos (13:8): “No debáis nada a nadie, a no ser el amaros unos a otros”.
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