MODA

¿PARA ESTAR EN CASA BASTA?
por Eva María de Trujillo


A veces se oye decir  “para estar en la casa, cualquier cosa basta”. 
Pues depende. Si eres una ermitaña, tal vez. 
Pero si convives con otras personas, especialmente si tienes un esposo y unos hijos, esta actitud puede ser peligrosa porque genera una negligencia permanente y contagiosa que a la larga repercute en el estilo de vida de la familia, empobreciendo la cultura del vivir.
Es cierto que para los oficios del hogar y para descansar conviene usar prendas  funcionales y cómodas, pero la comodidad no está reñida con lo bello y lo grato a la vista. Hay muchas formas de verse bonita aún en ropa de trabajo o de dormir.
El error está en creer que sólo hay que arreglarse bien para salir, o sea, vestir para gustar a la gente de la calle.   
La imagen de una mujer en su propia casa importa, porque se proyecta en el sentir estético de los hijos, en sus costumbres y en sus modales. Si el descuido de mamá en su casa es cotidiano y prolongado, con los años se va marchitando el amor conyugal y se hace mediocre el estilo de vida de toda la familia.
El esmero en el arreglo personal es expresión de mutuo aprecio, también en casa. Para el esposo y para todos los que conviven con nosotros, nuestra presentación personal puede ser ciertamente un obsequio, si da gusto mirarnos, si proyectamos alegría y si somos un panorama agradable de ver, pero de lo contrario, nuestro aspecto puede ser algo así como una afrenta, porque el desarreglo manifiesta falta de respeto y desinterés. El desaliño rutinario expresa: “No vale la pena que yo me esmere por tí“.
¡Por caridad! ¿Será que el esposo y los demás miembros de la familia no merecen que nos pongamos bonitas para ellos? Todos ellos tienen derecho de vernos lo más agradables posible. ¡Somos el paisaje que los demás tienen que mirar a diario!
¿Que para estar en casa bastan unos trapos viejos? ¡Jamás! ¡Cuidado con ceder a una rutina de descuido! Por mucha confianza que se tenga en familia, debe haber un consenso para cuidar un mínimo de decoro, por ejemplo, para sentarse a la mesa y para compartir ratos en sala y estadero.
Una actitud positiva ante nuestra propia cotidianidad es decisiva para la felicidad. Es cuestión de amor, cuestión de vencer el cansancio y la comodidad, para transmitir mediante una presencia atrayente algo tan importante como: “Tú, para mí, vales mucho“.

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