¿QUIEN HIZO TU ROPA?por Eva María de Trujillo
Esa prenda que acabas de comprar, esa ganga, ¿has pensado en quién la cosió? ¿y en qué condiciones?
Tú la compraste barata, pero en alguna parte del mundo, alguien está pagando su verdadero precio. A veces perdemos la noción del valor real de la ropa que adquirimos, así como del trabajo y esfuerzo humanos que implica su confección.
Cada vez suenan más fuertes las voces de quienes exigen una moda “fair” con una retribución justa para los trabajadores, una moda que no sea explotadora, una moda que no inunde globalmente el mercado de baratijas producidas masivamente en países donde tan poquito pagan por la mano de obra.
Otras voces exigen que la moda sea “sostenible” y “verde”; que cuide nuestro planeta usando telas de fibras biodegradables y fabricadas sin químicos que contaminen las aguas; otras, que sea “vegana” y no utilice pieles de animales.
Muchas critican que la moda sea tan despilfarradora y que se boten a la basura tantas prendas simplemente porque cambiaron las tendencias. Se promueve que la ropa sea reciclada y reutilizada a través de ventas de ropa de segunda mano.
Esta nueva conciencia hace un llamado a que la moda fomente de nuevo los productos artesanales, que las confecciones provengan de pequeños talleres de la propia región y sean ofrecidas en el pequeño comercio. Se pide que se vuelva otra vez a “moda lenta” y a que la gente prefiera de nuevo las prendas duraderas.
Me parece admirable este cambio de conciencia que se viene operando y me alegra que en esta nueva generación haya cada vez más mujeres que no compran ropa sin pensar en la dimensión ética de la moda.
Ya parece estar mermando la antigua obediencia ciega a la “dictadura” de esa millonaria maquinaria, compuesta por industrias de confección, diseñadores y medios de comunicación, que proclama cada temporada cuál es la “fashion” debe usarse para estar "in".
La moda se volvió polifacética, democrática; todo se usa y proliferan las mujeres influenciadoras que desde sus redes animan a otras a descubrir su propio estilo personal para vestir.
Tú la compraste barata, pero en alguna parte del mundo, alguien está pagando su verdadero precio. A veces perdemos la noción del valor real de la ropa que adquirimos, así como del trabajo y esfuerzo humanos que implica su confección.
Cada vez suenan más fuertes las voces de quienes exigen una moda “fair” con una retribución justa para los trabajadores, una moda que no sea explotadora, una moda que no inunde globalmente el mercado de baratijas producidas masivamente en países donde tan poquito pagan por la mano de obra.
Otras voces exigen que la moda sea “sostenible” y “verde”; que cuide nuestro planeta usando telas de fibras biodegradables y fabricadas sin químicos que contaminen las aguas; otras, que sea “vegana” y no utilice pieles de animales.
Muchas critican que la moda sea tan despilfarradora y que se boten a la basura tantas prendas simplemente porque cambiaron las tendencias. Se promueve que la ropa sea reciclada y reutilizada a través de ventas de ropa de segunda mano.
Esta nueva conciencia hace un llamado a que la moda fomente de nuevo los productos artesanales, que las confecciones provengan de pequeños talleres de la propia región y sean ofrecidas en el pequeño comercio. Se pide que se vuelva otra vez a “moda lenta” y a que la gente prefiera de nuevo las prendas duraderas.
Me parece admirable este cambio de conciencia que se viene operando y me alegra que en esta nueva generación haya cada vez más mujeres que no compran ropa sin pensar en la dimensión ética de la moda.
Ya parece estar mermando la antigua obediencia ciega a la “dictadura” de esa millonaria maquinaria, compuesta por industrias de confección, diseñadores y medios de comunicación, que proclama cada temporada cuál es la “fashion” debe usarse para estar "in".
La moda se volvió polifacética, democrática; todo se usa y proliferan las mujeres influenciadoras que desde sus redes animan a otras a descubrir su propio estilo personal para vestir.
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