La Moda en la Oficina
Por: Eva Maria de Trujillo
La joven ejecutiva hará bien en recordar que la oficina no es una
pasarela. Cualquier deseo de llamar la atención mediante el último grito de la
moda debe dejarse para el tiempo libre. La sobriedad en el vestir, la pulcritud
en el arreglo personal y los buenos modales de una ejecutiva confirman la
imagen corporativa y la respetabilidad de la empresa. Prometen a los clientes
la solidez, rectitud y confiabilidad de la entidad. En cambio, las extravagancias
personales, el desaliño o la falta de modestia y pudor resultan
contraproducentes. Seamos sinceros, ¿quién confiaría su fortuna o algo de gran
valor a alguien que parece no querer seguir las reglas del vestir, ni esmerarse
en su propia presentación?
Así como el hombre transmite un mensaje de serenidad, eficiencia y
pulcritud con un traje de corte clásico, camisa impecable, corbata discreta,
calcetines haciendo juego con el pantalón, zapatos de cuero, etc., la mujer
debe también - sin dejar de ser femenina jamás - transmitir con su atuendo la
idea de profesionalidad y seriedad. ¡Que no quede la menor duda de que lo que
ella ofrece son los excelentes servicios de la empresa y nada más! Que evite lo
llamativo y seductor: nada de minifaldas, ni telas brillantes o transparentes,
ni colores estridentes; ni grandes escotes, ‘strapless’, hombros destapados o
prendas demasiado ceñidas al cuerpo. Nada de sandalias, ni tacones
exageradamente altos, ni pulseras sonajeras, ni largas melenas sueltas, ni
perfumes mareadores, ni accesorios juguetones.
La ejecutiva debe llevar un conjunto clásico de calidad, cuidar la
correcta postura en todo momento, tener el aliento fresco, la voz agradable,
hablar con serenidad, respeto y vocabulario correcto. Es importante su sonrisa
amable y el contacto visual con sus clientes.
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