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LA PUNTUALIDAD
por  Lily Mosquera de Jensen

La puntualidad es una virtud que los latinoamericanos no sabemos valorar. Los países desarrollados incorporan esta práctica en todos los aspectos de la vida, y las sociedades se conforman de personas que cumplen horarios, llegan a tiempo, devuelven llamadas y tienen calendarios que atienden con facilidad.
Con la excepción de ejecutivos muy organizados y algunas personas que incorporan deliberadamente la puntualidad como disciplina, todos nosotros somos incumplidos en algún momento de la vida. En las empresas es común que los empleados lleguen quince minutos después de la hora de inicio. 
Si tenemos alguna cita, existe un margen de quince a veinte minutos de tardanza, antes de considerarse que estamos retrasados. En la peluquería y en el banco, en el consultorio del doctor y con nuestros jefes, las salas de espera son parte de la experiencia; y con frecuencia las demoras son por culpa del doctor. Los aviones se demoran, los anfitriones nunca están listos a la hora que invitan, las comidas empiezan una hora después de lo anunciado, y los eventos oficiales se retrasan porque la mesa principal no está completa.

Los niños y jóvenes llegan horas tarde a las fiestas, y los padres los recogen después de lo acordado. Las señoras se prometen llamarse la próxima semana y esas llamadas nunca se dan. Ni hablar de los gerentes que nunca devuelven las llamadas, y de los invitados que hacen caso omiso al RSVP en una invitación. A la misa llegamos en la homilía, a toros después del himno, a cine después de los cortos y al teatro tras el último timbre.
Las fiestas infantiles son otro ejemplo de incumplimiento. La invitación dice a las tres, los invitados llegan a las cuatro. Los niños, que a veces no aguantan tanta actividad por tiempo prolongado, resultan con fiestas de cuatro horas para celebrar dos años de vida. Las mamás, rendidas, no ven la hora de acabar la fiesta.
Entre más confianza, más tardanza. Si estamos invitados donde una hermana, no nos importa llegar una hora tarde, aunque ella esté organizando todo con esmero y entusiasmo. Si una amiga cercana nos invita, a veces ni siquiera avisamos que no podemos ir, sin pensar en el tiempo que ha invertido ésta en atendernos con cariño.

Los horarios están diseñados para facilitar los encuentros entre las personas, ya sea por motivos laborales o sociales. Aprendamos a respetarlos y respetar a los demás. Así nos rinde más el tiempo, el trabajo es más eficiente y las amistades se hacen más gratas.

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